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La andanada

Por méritos propios

El pasado viernes nos sorprendía el anuncio de la retirada de los ruedos del diestro Juan José Padilla (Jerez de la Frontera, 23 de mayo de 1973). Lo hacía emocionado en una rueda de prensa en el Hotel Colón de Sevilla, durante la cual también aseguró que quería que la de 2018, además de su última temporada en los ruedos, también tuviera gestos especiales.

A Padilla lo conoce todo el mundo. Sobre todo desde aquella desgarradora cornada en la Feria del Pilar de 2011, cuando un parte médico estremecedor contaba que el pitón entró por la parte inferior de la mandíbula, debajo de la oreja, y salió por la órbita ocular izquierda. Tras una recuperación milagrosa, el «Ciclón de Jerez» pasó a ser «el pirata Padilla», y su imagen con un parche en el maltrecho ojo izquierdo ha supuesto un auténtico símbolo para la tauromaquia durante los últimos años. De estar encasillado en los festejos con las ganaderías más duras pasó a abrir muchos carteles con las figuras del toreo, llegando a encabezar el escalafón al final de las temporadas 2013, 2014 y esta recién acabada de 2017. Siempre acompañado de percances duros, que ojalá hayan acabado con el también grave sufrido en Fallas el pasado mes de marzo.

Y es que el periplo taurino del jerezano ha supuesto más bien una carrera de obstáculos que de triunfos. Tomó la alternativa el 18 de junio de 1994 en Algeciras, y la de 2018 será su vigésimo quinta temporada en los ruedos. Su toreo arrojado y populista le ha llevado a granjearse el cariño de muchos públicos, incluido el de la Maestranza de Sevilla, que le sacó en hombros el 16 de abril del pasado año en lo que supone el mayor hito de su carrera, junto al indulto de «Muroalto», con el hierro de Victorino Martín, el 21 de agosto de 2005 en San Sebastián. Donde ha abundado más Padilla, ya se ha dicho, ha sido en la tragedia. Además del gravísimo y mediático percance en Zaragoza, igual o más estremecedor fue el sufrido en Pamplona el 14 de julio de 2001, cuando un Miura le atravesó el cuello literalmente al entrar a matar. Le acompañaba aquella tarde el eldense Antonio Pérez « El Renco», quien también compartía cartel el 26 de junio de 2004, día en que la sangre del por entonces todavía «Ciclón de Jerez» regó el ruedo de la plaza de toros de Alicante. Un toro de Cebada Gago le dejó una herida de 28 centímetros con la safena lesionada. Aunque el percance ocurrió en los inicios de la faena de muleta, el torero aguantó en el ruedo hasta acabar con el toro.

No en vano, Padilla ha sido torero asiduo en nuestra plaza desde que debutara el 14 de abril de 2001. Hasta diez paseíllos cuenta en Alicante, siete antes del percance en Zaragoza y tres después. En la primera etapa lidió, entre otras, reses de Adolfo Martín, Dolores Aguirre, Cebada Gago, dos veces Palha y Miura. En tres ocasiones atravesó la puerta grande: con «palhas» en 2005, con «zalduendos» en 2013 y con «alcurrucenes» en 2014. Fiel reflejo su paso por nuestras tierras de su carrera. Sin olvidar el cariño y admiración especiales que cultivó en Villena, donde actuó en varias ocasiones y se granjeó amistades importantes. De Padilla se podrán criticar matices de su toreo, y quizá esta temporada de pasar la gorra como muchos otros, pero nadie podrá dudar que ha ofrecido a los públicos cuanto ha llevado dentro. Y a quien así obra no se le puede pedir más. Ojalá culmine su 2018 con éxito y sin demasiados sustos. No habrá sido torero de calidades, pero sí de méritos.

Y la meritocracia sigue reposando sobre los hombros de esos aficionados alicantinos que se empeñan, desde las distintas asociaciones y peñas taurinas, en mantener viva la llama del toreo durante estos fríos inviernos, más fríos todavía en lo taurino de unos años para acá. Toca volver a hablar de la Tertulia «Amigos de Nimes», que en la noche del sábado celebró su Gala Taurina anual con una cena que congregó a más de un centenar de comensales y que sirvió para rendir homenaje a la Unión Taurina de la Comunidad Valenciana, la revista Aplausos y el torero Paco Ureña. Como siempre, desde la humildad lograron una velada en la que brilló a gran altura tanto el lado humano como el taurino, con la asistencia de numerosos aficionados y nombres importantes del toreo alicantino. Y en la memoria, también la de muchos que nos dejaron durante 2017 y participaron de ella años atrás. Porque el recuerdo vivo, a veces, nos permite ser justos con la historia.

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