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Luis M. Alonso

Un asunto aterrador

El ominoso asunto del maltrato a las mujeres, la violencia doméstica, de género, o como la quieran llamar, se ha reactivado en este ocasión con la polémica Weinstein de fondo, el proceso a "La manada" y el goteo interminable de casos y de denuncias de todo tipo que vuelven a poner en evidencia la agresión entre sexos como una de las grandes lacras de nuestra era. No porque antes no lo fuera, tristemente esa violencia sexista siempre existió, el problema es que ahora en un mundo de iguales resulta inconcebible que este tipo de situaciones se repita con tanta frecuencia. Por una parte; por otra no tardaríamos en explicarnos la razón: dada la temperatura y el inquietante humus que traslucen, por ejemplo, las redes sociales. Ese fenómeno de mal gusto y zafiedad continuo no es gratuito, se proyecta en las conductas de los individuos, en el trato con sus semejantes y justifica una falta alarmante de luces y de civismo. Si uno navega en las cloacas de la red enseguida percibe ese submundo de "manadas" y de abyección, no sólo cuando se brinda las condes mortales a un torero o se celebra la muerte de un fiscal del Estado.

Entre vejaciones, humillaciones y agresiones, las víctimas levantan su voz para decir ¡basta!. En lo que va de año, han muerto en este país asesinadas por sus parejas y exparejas 45 mujeres y ocho niños, según las estadísticas de Sanidad. Es aterrador. No se puede frivolizar con ello. O banalizar el riesgo de la agresión por oportunismo político, como la alcaldesa de Barcelona, que aprovechó que el Pisuerga pasa por Valladolid para denunciar que la habían intentado violar en dos ocasiones. Ya se había referido a ello en las horas que siguieron a la votación accidentada del 1-O, cuando se encargó personalmente de arropar algunos testimonios falsos de la violencia policial. No hay que hacer de esto, como han dicho las manifestantes, una fiesta.

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