En 1903 Santiago Ramón y Cajal obtuvo el premio Nobel en Medicina y en 1909 visitó Torrevieja, invitado por su alumno Francisco Escribano Ramón de Moncada, médico titular de la población y director de sanidad marítima desde 1906. Llegó a finales de agosto, llevado de la mano de su discípulo, que le hizo los correspondientes honores, descubriéndoles sus gentes, sus calles y sus playas.

El doctor Escribano procedía de Argamasilla del Alba (Ciudad Real), expedía «igualas», es decir, pagos mensuales de cinco pesetas que garantizaban a las familias un servicio de atención médica excluyendo del mismo la asistencia en partos, consultas, visitas extraordinarias suplicadas, operaciones quirúrgicas, enfermedades venéreas, sifilíticas y de la matriz.

En el año 1922, auspiciado por el doctor Escribano, Torrevieja se sumó al homenaje nacional tributado al sabio médico al cumplir setenta años y por el mandato de dejar por jubilación la cátedra que desempeñaba en la Facultad de Medicina de Madrid: el domingo, 4 de junio, fue la fecha escogida. La cooperación municipal acordó por unanimidad, poner el nombre de Ramón y Cajal a la hasta entonces llamada calle Emerenciana, paralela al paseo de la Rocas, entonces en construcción. Los vecinos engalanaron sus fachadas con banderas españolas y colgaduras en sus balcones y rejas, y a las seis de la tarde todo el pueblo acudió al descubrimiento de la lápida, que debía perpetuar la memoria del sabio catedrático.

En la casa de Manuela Talavera poseía al principio de la calle se colocó orlada con laurel una lápida de mármol blanco con la siguiente inscripción en relieve: «Calle del Doctor Santiago Ramón y Cajal, insigne histólogo español gloria de la ciencia», cubierta por la bandera española y sobre ella ondeando otra enseña de la patria.

A las cinco y media salió del Ayuntamiento la banda municipal de música tocando alegres pasodobles, dirigiéndose a la citada calle. Poco antes de las seis marchó al lugar el ayuntamiento, invitados y la comisión organizadora, que previamente se habían reunido en la Casa Consistorial, saliendo junto al alcalde, concejales y autoridades civiles y militares, el resto de invitados.

Ocupó la tribuna en representación de la comisión el oficial de Telégrafos Balbino Barceló, que hizo uso de la palabra con un discurso sabiendo poner de relieve todos los innumerables éxitos que Cajal había obtenido; dando las gracias al alcalde y a cuantos habían contribuido al esplendor del acto.

A continuación, hizo uso de la palabra el doctor Escribano Ramón de Moncada, como discípulo que fue del homenajeado, que con visible emoción recordó sus años mozos en que recibía las sabias enseñanzas del ilustre Cajal que ya era conocido como un gran talento y al que por sus geniales descubrimientos ya se veía avanzar a la cúspide de la gloria. Escribano relató algunas anécdotas de Cajal y los innumerables descubrimientos que llevó a cabo en el sistema nervioso y el sin número de premios concedidos y expresando la inmensa grandeza de Cajal como pensador, demostrada en muchas de sus obras.

El médico M anuel Gallud, persona que propuso hacerle este homenaje, dio las gracias al alcalde por hacerse eco de la iniciativa y darle toda clase de facilidades para el mayor éxito de la empresa y también a todos los que, con su donativo habían contribuido a los gastos de la fiesta, dando reconocimientos a todas las autoridades, personalidades e invitados que con su presencia honraron el acto y muy especialmente al elemento obrero, que ennoblecidos en la ruda labor diaria aprovecharon sus pocas horas de asueto en rendir pleitesía a la ciencia objeto del homenaje.

El alcalde pronunció elocuentes palabras, y al descubrir la lápida, que se hallaba artísticamente adornada con flores, sonó una salva de aplausos al propio tiempo que la banda municipal tocaba la Marcha Real, resultando un momento solemne y emocionante.

Y por último Francisco Escribano, como discípulo suyo y médico titular del pueblo, dio a conocer la vida del sabio y los grandes adelantos que había proporcionado a la ciencia médica. El alcalde obsequió a la comisión organizadora del homenaje con dulces, licores y puros habanos, terminando con una fiesta en el salón principal del Casino.

El Ayuntamiento, además de dar toda clase de facilidades a la comisión, contribuyó a la suscripción abierta para atender los gastos. Entre las donaciones recibidas figuraban María Pastor de Ramos que regaló la seda y la confección de las borlas, Susana Aguirre que cooperó con su trabajo en el mayor éxito del homenaje, Teresa Esquiva regalando el laurel empleado en orlar la lápida, Alberto Ramos obsequiando los mantos, anillas y cáncamos que hicieron falta e Ildefonso Torregrosa con una divisa de bandera.

Días después, en agradecimiento, Santiago Ramón y Cajal envió una carta al alcalde: « Mi distinguido amigo: con íntima satisfacción he recibido la noticia de que ese ilustre Concejo ha acordado bautizar con mi nombre una calle del pueblo de Torrevieja. Tan alta prueba de consideración me enorgullece como español y como hombre de Laboratorio porque demuestra la cultura de ese municipio y su noble y patriótico deseo de honrar y enaltecer a la ciencia española y a su más modesto cultivador. Tenga V. la bondad de dar en mi nombre las más cordiales gracias a sus dignos compañeros de corporación y V. reciba con la expresión de mi reconocimiento, el testimonio de mi altísima consideración y profunda simpatía. S. Ramón y Cajal».