La semana pasada, en el salón de plenos de l'Ajuntament d'Elx, se celebró una reunión, presidida por el alcalde y el concejal de Políticas para Mayores, con un numeroso grupo de personas mayores inscritas en la denominada Universidad Abierta, de la UNED y en la que éste colectivo planteó una serie de reivindicaciones.

Llama la atención su petición de que Elx sea una ciudad más integradora y de que sean tenidas más en cuenta sus necesidades y planteamientos para mejorar la convivencia entre todos.

Hay que tener en cuenta que el grupo de personas mayores en nuestra ciudad, y al igual que en tantas otras, está teniendo un importante crecimiento. La constante bajada en la natalidad, unido al hecho de que se están consiguiendo mayores porcentajes de expectativa de vida, está provocando, entre otros problemas, el de un paulatino envejecimiento de la población.

Elx no es una excepción a esta situación. Nuestra ciudad tenía, hace unos años, una pirámide de edad espectacular, predominaba la gente joven en gran medida sobre la mayor. Esto ha ido cambiando lentamente en estos años. Los que eran jóvenes se van haciendo mayores y el número de nacimientos no compensa suficientemente la pertinente renovación. El porcentaje de jóvenes crece mucho más despacio que el de mayores.

El propio concejal informó de que, a día de hoy, en Elx hay 38.900 personas que tienen más de 65 años (una veintena supera los 100) y que otras 15.325 tienen entre 60 y 65 años. Extrapolando los datos y teniendo en cuenta la reducción por el índice de mortalidad, se calcula que, en 5 años, habrá unos 51.200 mayores de 65 años que, con los estén entre 60 y 65 años, es fácil prever que, en total, se acercarán a las 70.000 personas. Lo que supondrá que, casi un 30% de la población ilicitana superará los 60 años, vamos que casi uno de cada tres habitantes será lo que antes se llamaba un viejo y, ahora, se le llama persona mayor. Y esta tendencia, que parece imparable, va a tener serias consecuencias económicas, ambientales y sociológicas en todo el municipio y, probablemente, debería obligar al Ayuntamiento a tener este dato muy en cuenta en futuros proyectos y presupuestos.

Los datos del INE nos demuestran ese progresivo envejecimiento de la población. En 2004, en Elx, en el tramo de 0 a 14 años había 32.692 habitantes; en el de 15 a 29 años, eran 52.226; en el de 30 a 64 años había 97.356 y en el tramo de más de 65 años eran 27.165 personas. En 2016 el primer tramo, de 0 a 14 años, tenía 37.276 habitantes, aumentó un 14%; el segundo tramo, de 15 a 29 años, pasó a 36.696, bajando un 30%: el tramo de 30 a 64 años, el más numeroso, pasó a 117.900 personas, un aumento del 21% y, por último, el de más de 65 años, llegó a 35.787 personas, aumentando un 32%, la mayor subida de todas. La bajada en la natalidad (España es los países europeos con menor tasa) está provocando que las generaciones venideras no compensen suficientemente el envejecimiento. Y será difícil cambiar esa tendencia: los jóvenes, que tienen problemas para encontrar un trabajo decente y poder emanciparse, y la falta total de ayudas en ese sentido, hace que sea casi una aventura el plantearse un hijo, cada vez se tienen menos y a mayor edad. Si esta sociedad no es más abierta con la gente joven, y no hay síntomas de ello, vamos por mal camino.

Los mayores ilicitanos le pedían al Ayuntamiento una ciudad más integradora y falta hace. Parece mentira que Elx siga teniendo sólo un CEAM (antiguo Hogar del Pensionista), que se ha quedado muy pequeño. Su actividad es altísima. Es buena noticia el hecho de que el Ayuntamiento haya cedido un solar, en el Sector V, para construir otro centro. Aunque conociendo cómo van estas cosas, habrá que insistir en València para que proyecten el edificio pronto. Y empezar a pensar que, en Carrús, habría que buscar algún emplazamiento para ir preparando otro.

Y avanzar en esa ciudad más integradora: Con más espacios peatonales, zonas verdes; dotaciones sociales, culturales y deportivas en los barrios y pedanías; evitar proyectos agresivos como el del tráfico que generará el nuevo Mercado Central y, en cambio, apostar por pacificarlo peatonalizando calles como la Corredora. Los grandes proyectos son necesarios pero también, en muchos casos, las cosas pequeñas ayudan mucho: eliminar esos pasos para discapacitados que parecen hechos para provocar accidentes y más discapacitados; reducir barreras arquitectónicas, facilitar la convivencia entre generaciones, etc.

El envejecimiento es una realidad y tanto la gente mayor como la ciudad han de estar bien preparados para ese futuro que, cada vez, está más presente y, pobre del que no llegue.