Veo con asombro, en fecha 11 de los corrientes, unas declaraciones del ya exconcejal de Urbanismo del Ayuntamiento de Alicante, Miguel Ángel Pavón, que a modo de apología arribista dicta públicamente en su febril red social. En ellas, llama la atención expresiones como «el que avisa no es traidor» o «ya tocaba cerrar los graneles» en relación al grave futuro que planea no sólo sobre la actividad de carga/descarga de mercancías en nuestro Puerto, sino también sobre el tejido económico, laboral y empresarial de la ciudad de Alicante. Todos y cada uno de los escritos que, a diario, brotan en su perfil público, no hacen más que -intentar- acreditar, las numerosas y profundas decisiones erróneas que ha cometido en estos años, bien por incapacidad política, carestía de conocimientos o, simplemente, afán vengativo contra todo aquello que no huele como él.

No creo necesario incidir en la importancia para Alicante de la actividad portuaria: ciudad y dársena no se comprenden por separado: tributos económicos, defensa militar, desarrollo social, crecimiento demográfico, asentamiento empresarial, dinamismo laboral, proyección internacional...

Evitemos caer en el engaño: el problema que nos ocupa en la actualidad no tiene su inicio con el desempeño de los trabajos de manipulación de carga a granel, sino con cualquier labor que pueda servir para el avance portuario. Lean, en cualquier caso, la hemeroteca para cerciorarse de mis palabras: la instalación de una planta de biodiésel, construcción de silos, instalación de depósitos de gasoil para repostar maquinas, almacenes de fertilizantes, astilleros, marpol, ruidos de máquinas, nueva ampliación hacia el sur? Difamar, difundir y hacer creer ahora, ante la opinión pública, que la descarga de sustancias es nociva para la ciudadanía, no es más que una nueva escalada que sólo tiene como finalidad la paralización, de toda actividad viable del puerto.

Recordemos que el puerto a día de hoy cuenta con autorización autonómica de emisiones a la atmósfera y con mecanismos perfectamente establecidos para averiguar si existe contaminación que ponga en riesgo la salud.

Algo tan cotidiano como usar una pizca de sal en la comida, beber un vaso de leche o rellenar el depósito de nuestro coche sería una tarea imposible si no se transportasen cada día miles de toneladas de mercancía a granel a lo largo y ancho de todo el mundo. La Autoridad Portuaria y las empresas implicadas son plenamente conscientes de ello. Por ese motivo, se han instalado, nuevos y más grandes paneles para frenar el posible movimiento de partículas que quedan a merced de los temporales, medidores de contaminación en diversos puntos de afectación, estudios, informes y valoraciones profesionales, tolvas ecológica para la descarga, sistemas de alerta, lava-ruedas para los camiones, mecanismos de riego por aspersión, barreras verdes entre el Puerto y la ciudad -«Parque del Mar»-, medidas terciarias para la prevención? pero nada de todo eso ha sido valorado positivamente por el señor Pavón. Ahora, se escuda en un único documento «laboral municipal», carente de sentido, pero de cuya arbitrariedad dependen miles de puestos de trabajo directos e indirectos -estibadores, empresas, transportistas, operarios, técnicos, fábricas?- y el futuro económico de toda la ciudad. Es una irresponsabilidad manifiesta y lamentable por quien nunca ha aportado soluciones? sólo defectos.

Es de justicia defender la economía global y los puestos de trabajo. Las mediciones realizadas durante 4 meses en el colegio público de Benalúa por órganos independientes, como la Universidad de Alicante, y encargadas por el concejal Víctor Domínguez, certifican que no hay contaminación y que sólo se podrá acreditar con mediciones anuales. Pero, sobre todo, ha de hacerse desde el respeto a todos los ciudadanos y desde la aportación para solucionar, con consenso, las molestias que cualquier trabajo puede ocasionar.

Mucho cuidado con caer en la política partidista y electoralista, en la insensatez y en la banalidad de afirmar «ya tocaba cerrar los graneles» pues existen decisiones, que por su calado y gravedad económica a corto y medio plazo, no tienen marcha atrás. O lo que es lo mismo: «Quien se va, no regresa».