La mayor desaladora de Europa está en la Vega Baja, a medio rendimiento. El también mayor embalse de Europa está en el Alto Vinalopó, una chapuza que no puede utilizarse apropiadamente al construirse con filtraciones. En este contexto vuelve a visitarnos la sequía para demostrarnos una vez más que hasta el momento no ha existido una estrategia estatal para garantizar el agua en aquellos lugares, como el sur del País Valenciano, en los que este recurso natural escasea. Sobra mala política, y falta más sentido común y ciencia. Son muchos años de Guerras del Agua que ya no apetece recordar, de ocurrencias electorales. La solución al problema del agua es múltiple y pasa por combinar de manera racional todos los recursos de los que disponemos. A la larga, la viabilidad de los territorios se sostendrá sobre la sostenibilidad de sus recursos.

El primer paso a dar es la modificación del acuerdo del Consejo de Ministros del 9 de junio. En ese encuentro en Moncloa el Gobierno de Mariano Rajoy impulsó nuevas tarifas para el aprovechamiento del acueducto Tajo-Segura, un mecanismo inédito en los 38 años de funcionamiento de esta infraestructura y que ahoga a aquellas familias que se dedican a la agricultura en nuestra tierra.

Eliminar el «tasazo Rajoy» no haría llover, pero sí supondría aire para unos sedientos cultivos en el Vinalopó y Vega Baja. Es el ejemplo del fracaso de una política hídrica muy particular, cuyos ideólogos no han hecho los deberes y sí un uso perverso del agua, manipulando a regantes y ciudadanía con defensas acérrimas de proyectos que defienden en Alicante mientras los niegan en Guadalajara y Cuenca. Sonroja escuchar a algún político vestido de alicantinismo todavía defender el trasvase del Ebro. Y sonroja porque cuando Compromís presenta en el Senado propuestas para reparar el embalse de San Diego en Villena -parte muy importante del trasvase Júcar-Vinalopó-, C's y el PP se niegan a ello.

Los trasvases y la explotación de acuíferos son soluciones rápidas y medidas de reacción a situaciones de urgencia, pero debemos buscar soluciones a largo plazo y utilizar ya las que están al alcance de la mano. No es entendible que el Gobierno mantenga a bajo rendimiento las desaladoras de Torrevieja y Mutxamel. En reiteradas ocasiones la Conselleria de Medio Ambiente ha reclamado que acaben las obras que permitan el 100% de su funcionamiento. La Unión Europea, pagadora, idem. Tampoco ayuda la parálisis de Acuamed, que gestiona esas y otras tres desaladoras y tiene varios imputados en su haber.

Las mejoras de la eficiencia de nuestras infraestructuras ha de ir en paralelo con una correcta planificación agraria y energética. Hemos de buscar técnicas y cultivos sostenibles que tengan en cuenta la limitación de los recursos y que históricamente se han cultivado en nuestra tierra, cultivos y variedades tradicionales. Y en la estrategia hídrica que se elabore se deberá garantizar un precio justo por el agua desalada.

La lluvia no vendrá cuando digamos, pero las soluciones están ahí para cuando nos las queramos tomar en serio. Las crisis hídricas, como las económicas, se combaten antes de que ocurran. Y si no somos diligentes, racionales y sensatas, no venceremos a la sequía. El desierto avanza como el cambio climático. Y nosotras no queremos movernos de nuestra tierra. ¿O sí?