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Teatro crítica

Rebelde con causa

El anquilosamiento se debilita, y el ser humano pretende salir del asfixiante acomodo y de la fealdad diaria

El hambre y la sed se manifiestan de diferentes maneras. El anquilosamiento se debilita, y el ser humano pretende salir del asfixiante acomodo y de la fealdad diaria. La rebeldía, seguramente con causa, y los deseos incumplidos invaden al sujeto en pro de la belleza y de renovarse. El protagonista explica a los espectadores lo que piensa directamente. No quiere callar. Cuestiona, subraya el absurdo de la existencia e involucra al público con la envolvente atmósfera visual y sonora. Una interpretación mostrativa y una dramaturgia abierta más allá del realismo escénico. Así, en estas circunstancias teatrales habitan Salva Riquelme, Morgan Blasco, Eloísa Azorín y Leandro Martínez-Romero Férez. Y esto es Sedientos, del destacado Wajdi Mouawad, autor de la galardonada Incendios. La obra está dirigida por Paco Macià, de la ya veterana Compañía Ferroviaria de Artes Escénicas con sede en Elche y el ímpetu de un lenguaje artístico total que intenta romper moldes. Los monólogos de los personajes tienen una relativa teatralidad, pero la notable labor de los actores y de la dirección la refuerzan en el inquietante y poético espacio con la guitarra eléctrica de Romero Férez. El joven rebelde murió hace 22 años, abrazado a una chica, y el antropólogo forense investiga los restos, lo que estimula los sueños de su juventud. Los pasajes nos cuentan lo acaecido hasta aquí y muestran ciertas acciones que denotan rabia, pasión, amor, instinto de libertad, afán de ruptura y búsqueda. Riquelme lleva el máximo peso. Lo hace con furor, naturalidad y muy cercano a los espectadores. El personaje se desfoga tocando en ocasiones la batería, y el actor debe masticar un poco más las palabras para que se oigan todas debidamente. Blasco transmite seguridad, nitidez y convicción. Eloísa Azorín asume su etérea presencia, canta suavemente o habla de la necesidad de lo bello. Férez interpreta con fugacidad al hermano del antropólogo y toca bien las cuerdas, que potencian el perturbador clima en los momentos idóneos de este espectáculo con la juvenil marca de Paco Macià. Busca la reflexión crítica y un cambio. Y los asistentes lo certificaron con aplausos en el Arniches de Alicante.

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