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Francisco Esquivel

Tiene que llover

Francisco Esquivel

De lo más granado

Zaplana se ha subido por las paredes tras escuchar en su boca eso de que «Rita era un bluff absoluto, que contaba con cinco personas alrededor para que le hiciesen las cosas mientras ella iba, se reía, se tomaba un güisqui con alguno, que eso lo hacía como Dios»

El tal Marjaliza, con cuyas andanzas la voladura del plan que gastamos debería estar garantizada años luz antes que con las de la Cup por la pinta sistémica que luce, ha declarado en la gala Púnica que le pagó a Granados, de profesión alto cargo, las campañas electorales desde el siglo pasado, Josemari, escopetas, emisoras de tele, viajecitos a Ibiza, quince años de mordidas a personal diverso y que, quien fuese puntal de Aguirre, le alertó de que los carros de currefú con documentación los quemara en un día con niebla para que los radares de la Benemérita se quedaran a dos velas. Lógicamente, el exconsejero de Presidencia madrileño ha respondido que qué le están contando. Dado que la faena se amontona, la misma mañana, pero es que la misma mañana, la audiencia provincial de la capital del Reino resolvió juzgar a la organización que nos gobierna por destruir los ordenadores de Bárcenas aunque, al producirse la acción en el interior de la sede central, no importaba que el día abriera un pelín. Los moradores de la planta noble han comentado que la situación por la que atraviesan los tres empleados acusados es injusta, que esperan que puedan defender «sus postulados(!!!)» en torno al martilleado de ordenatas y al borrado de los discazos y se han apresurado a dejar claro que tienen garantizados los puestos de trabajo no sea que vayan a irse de la lengua. Sí, claro, y descubramos lo que ya sabemos al igual que ocurre con otros actores, solo que ahora se les ha puesto voz por mor de los pinchazos en boga. Zaplana se ha subido por las paredes tras escuchar en su boca eso de que «Rita era un bluff absoluto, que contaba con cinco personas alrededor para que le hiciesen las cosas mientras ella iba, se reía, se tomaba un güisqui con alguno, que eso lo hacía como Dios». Tampoco es para tanto si se tiene en cuenta que debe ser la misma consideración que la difunta tenía de él. Pero bueno, con una historia tras otra es lógico que se exijan responsabilidades en serio. Y a ver si, así, Rusia para de una vez por todas.

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