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El barbero de Sevilla

De Rossini. Compañía: Ópera 2001.

Dirección: R. Matelli y M. Peirone.

La esencia de la ópera bufa se halla en esta obra con libreto de Sterbini y la partitura de Rossini. Los pasajes de El barbero de Sevilla (1816) tienen su origen en la comedia del arte italiana, y la variedad y la intensidad sonoras requieren los matices emocionales de los intérpretes. La expresividad escénica lo exige además. Almaviva corteja a Rosina, pupila del severo doctor Bartolo, y vence en astucia al tutor con el picaresco sostén de Fígaro. La pareja la componen el tenor Jorge Franco y la soprano Francesca Bruni. Algo frágil el primero, tanto en la voz como en la interpretación teatral, y muy desenvuelta y con amplia proyección vocal la segunda. La frescura de este personaje supone uno de los mejores papeles operísticos. La utilización del disfraz para el engaño o hacerse pasar por otro es un clásico recurso que enciende sospechas, burlas y triquiñuelas. Como dato curioso, cabe señalar que el montaje estrenado en 1974, por la Ópera Estatal de Baviera, supuso un gran escándalo. La escenografía, tachada de frívola, presentó un gigante torso femenino, símbolo de la mujer cautiva, hecho imprescindible que debemos resaltar. Más adelante fue un éxito. Todo permite diferentes puestas en escena, aunque es necesario que una historia sea ágil y tenga vitalidad, no solo instantes líricos y estáticos. El asunto se dilata notablemente y no siempre se logran los mejores resultados. Deben cumplir su función la musicalidad y el talento interpretativo, o el instinto escénico del compositor con sus hallazgos melódicos e innovaciones musicales al servicio de la caracterización del ambiente y de los personajes. Los barítonos Giulio Boschetti y Stefano de Peppo, el barbero y el tutor, ofrecen fuerza cantando e interpretando sus chispeantes papeles, y el bajo Yvailo Dzhurov también sobresale. El coro, Nikolay Bachev, Roberta Mattelli y la orquesta de Ópera 2001, dirigida por el riguroso Martin Mázik, cumplen sus objetivos. Mattelli y Matteo Peirone son los directores de una convencional propuesta situada en el siglo XVIII, en Sevilla.

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