Cuando nuestro aventurero más popular, Quito Soler, vino a sentar la cabeza con la aventajada alumna de la Escuela de Pintura del Hort del Xocolater, Francis Navarro, su trabajo iba a consistir en llevar un muestrario de calzado a una serie de clientes y ya está. Todos habremos oído hablar del representante de calzado: trabajan unas cuantas semanas al año y el resto del tiempo es suyo; con unos sueldazos que flipas. Esta bendición de circunstancias es la que abonaría el regalazo de un coleccionista de arte por estos lares. Y tampoco será de descartar la estrecha amistad de Quito con el pintor Andreu Castillejos (1942-2013), tan dados los dos por la montaña y los viajes.

Hoy día, y casi nadie sabe hasta qué punto, Quito Soler es el coleccionista más importante de la reciente pintura ilicitana, además de otros artistas que él elige con el corazón. De hecho, ya se había estado hablando para exponer la «Colección Quito Soler» en la Sala de Exposiciones Temporales del Museo de Arte Contemporáneo de Elche. Pues bien, parte de estos fondos de nuestra pintura local, tan necesario de contextualizar, se puede ver ahora con carácter de homenaje en la Sala de Exposiciones de la Fundación Caja Mediterráneo (en la Glorieta): «Andreu Castillejos, pintor». Sin lugar a dudas la antológica más bonita, completa y decisiva para conocer la trayectoria plástica de nuestro artista más querido. Y ni os cuento el espléndido despliegue de amigos, colaboradores, familiares y mecenazgo volcados en la realización de este proyecto.

Las primeras piezas de la colección de 45 cuadros, años sesenta, son ya lienzos al óleo que evidencian la temprana vocación de Andreu por la pintura. Y la predilección por los asuntos más humildes y cercanos. Seguirían las experimentaciones con materiales y procedimientos influidos por su profesión, diseñador de cajas de calzado, a caballo entre la ilustración y el cartel y la estética sin color propia de la pintura social del momento. Pero su obra más apreciada serán los gigantescos dibujos con grafitos y carboncillos sobre tablero, por el impacto de sus figuras, casi siempre rostros de niños que nos miran, y el virtuosismo realista. Con las correrías de Esbart Zero (Andreu Castillejos, Juan Llorens y Casto Mendiola) sus investigaciones se centrarían ya en procedimientos más tecnológicos. Pero qué grande contar con el hilito conductor que nos anima a pensar en el Catálogo Razonado de toda la obra de Andreu. Por lo pronto que nadie se quede sin el magnífico catálogo de la presente retrospectiva.

Cuando Quito regresaba de sus viajes de temporada solía pasarse por los estudios de sus amigos pintores y pulsarnos la temperatura. Hablábamos de las actividades artísticas en el pueblo durante su ausencia y comentábamos los últimos catálogos de exposiciones y revistas de arte. A Quito le encantaban las osadías en nuestro trabajo y hasta nos tentaba con retos descabellados. Un día me propuso cortar una serie de pinturas sobre puertas para llevarse las mitades que más le gustaban. Otras veces se solidarizaba con nuestros sueños y se arremangaba. ¿Inversión? ¿Compañerismo? ¿Restos de cuando antes de asentar la cabeza?... Lo cierto es que nuestro mecenas se ha podido hacer con parte de las piezas más significativas e íntimas de los pintores del rodal. Y lo que son las cosas, todavía estos días me he enterado de la elocuente anécdota que hace referencia a cuando Quito era un chiquillo y vivía en Perleta: resulta que su padre lo mandó a coger un capazo de tomates... ¡Y los trajo casi todos verdes! El chaval era daltónico. (Continuará).