Estamos viviendo la época dorada del «postureo», muy en consonancia con aquello de vivir del cuento de toda la vida. Las múltiples cadenas de televisión se empeñan en endosarnos noticias a mansalva, sobre todo de política, y programas cutres de esos que ellos llaman entretenimiento, donde los más lanzados, es decir, cientos de miles de jóvenes, esperan encontrar ese segundo de gloria que los catapulte a la fama casposa que le resuelva la existencia sin pegar palo al agua.

Los más espabilados, a sabiendas de lo importante del físico, cultivan el cuerpo hasta la extenuación. Ser modelo en pasarela o en televisión es una de las aspiraciones secretas y si hay que pasar hambre, pues se pasa, la cuestión es alcanzar esa meta deseada de lucir el tipo y que el respetable aplauda hasta quemarse las manos. También atraer las miradas de los envidiosos, esos que por más que quieren y se esfuerzan carecen de la capacidad para pulir las formas a su antojo. A veces la pereza es la que manda y son los que utilizan frente al espejo una autoafirmación que nunca falla: «pues no estoy tan mal».

Pero hay que reconocer que los de cuerpo diez son los menos, los más nos tenemos que conformar con redondeces estupendas que nos hacen gozar, sobre todo, con el paladar. Por eso las dietas milagro y las otras, las de los dietistas, son el pan nuestro de cada día, aunque pan poquito, que los hidratos nos engordan hasta el alma, o no, según se mire. Seguimos dietas estupendas para lucir cuerpo en verano, después de las fiestas de Navidad para prepararnos de nuevo para el verano y entremedias probamos unas cuantas dietas más con la excusa de estar más sanos. Vamos, todo un despropósito.

La lucha por el físico perfecto no pasa de moda. Los más influenciables se mudan al bando de los enfermos obsesivos que solamente piensan en perder peso, pero no en conseguir formas atractivas. Los menos influenciables pasan de todo y se ponen hasta la trancas sin importarle un pimiento si engordan o dejan de engordar. Los amantes de la cerveza se escudan en los consejos de los cerveceros que promulgan, siempre que pueden, que la cerveza no atocina, el cebado viene con lo que tomamos en su compañía. La verdad es que se necesita volver a esa fantástica dieta mediterránea que tanto se nombra y que parece que ya nadie sabe de qué puñetas está compuesta. Mientras tanto, sigamos con el fisiqueo hasta que nos silben.