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Engañados todos

Proclamación simbólica. Incluso sin efectos jurídicos. No se votó siquiera. Eso dicen ahora los dirigentes. ¿De qué se trató entonces?, ¿de una instalación, una escenografía, puro teatro? Los miles que aguardaban ante el Parlament, y los millones ante TV3, conteniendo a duras penas la emoción del momento, entre hipidos, ¿creían ser testigos de la proclamación de un nuevo régimen, partícipes de un momento histórico, agentes casi con su sola presencia de una ruptura salvífica que curaría hasta el catarro, o eran conscientes de que era sólo arte dramático? Y, al saber ahora la verdad, o sea, que aquello fue nada más un farol por si colaba, ¿se indignarán al menos un poco con los defraudadores o volverán a votarlos? Se habla mucho de la dignidad de un pueblo, pero no se respeta esa dignidad haciéndole víctima de un engaño; ni la de uno mismo dejándose engañar para engañar al mundo.

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