El pasado jueves las hermanas de Jessica no acudieron al instituto. Un golpe tremendo y brutal les impidió asistir a sus clases y exámenes.

El dolor disculpa vuestra ausencia, las noticias terribles corren a gran velocidad, nos impactan y nos llenan de auténtica preocupación. Vuestras sillas están vacías, nadie se sienta en ellas. Cuando sobreviene el recuerdo, unas veces por una mirada a la silla vacía, otras por el texto o el tema del que hablamos, un silencio inquebrantable inunda el aula que antes estaba siempre llena de ruido. Si paso lista no digo vuestros nombres pero nadie abre la boca, todas vuestras compañeras y compañeros callan durante unos segundos que parecen eternos.

La acción más violenta y atroz que el hombre puede realizar ha destrozado a familias enteras y ha convulsionado un pueblo, ha sido un acto de terrorismo machista contra mi género. No quiero volver a recordar aquello que sucedió, lo he oído tantas veces que duele al pensarlo y las lagrimas de dolor se escapan aunque intente evitarlo. Pero siento la necesidad de gritar que es repugnante, que no es justo, que no puede volver a pasar. Es imprescindible atajar las causas, indagar y buscar las raíces del mal para arrancarlas e impedir que se extiendan, que no vuelva a ocurrir. ¿Dónde surge el problema? ¿Cómo abordarlo? Decía Simone de Beauvoir que la mujer no es victima debido a un «misterioso fatalismo» sino a la sociedad. Es cierto y desgraciadamente no son casos anecdóticos, aparecen una y otra vez en los medios, se toman medidas, manifestamos nuestra repulsión en diferentes actos pero se siguen repitiendo. Las medidas de protección, que a veces fallan, son necesarias pero no son suficientes. Por supuesto podrían mejorar pero seguirían siendo insuficientes. Hay que ir al fondo del problema. Es una necesidad, una prioridad educativa que va más allá de las competencias. ¿Por qué entre ellas no aparece la competencia crítica y reflexiva? ¿Acaso no es fundamental en sociedades como la nuestra?

Y vosotras, mis alumnas ¿cuándo y cómo vais a volver? El recuerdo y el dolor no van a desaparecer, no podréis olvidar pero vuestra vida debe continuar y debéis ser mujeres libres. Tenéis ese derecho. Yo quiero seguir siendo vuestra profesora de Filosofía. Quiero reflexionar junto a vosotras sobre conceptos como la identidad, la igualdad, la vida, el ser humano, la libertad, explicaros qué es el feminismo, hablar sobre los problemas sociales. Quiero mostraros la Declaración de Derechos de la Mujer y la Ciudadana de Olimpe de Gouges, quiero releer con vosotras algunos textos de Simone de Beauvoir. Debemos investigar y evidenciar por qué las mujeres a penas aparecen en vuestros libros de texto, dónde está Aspasia, que pudo ser maestra del conocido Sócrates, dónde está Hipatia, dónde están tantas mujeres que han sido olvidadas durante tantos siglos de una historia escrita y protagonizada por el hombre.

Es el ámbito educativo el que debe dar una respuesta imperativa y urgente. Desde las familias, que quieren a sus hijas tanto como a sus hijos, hasta los colegios, institutos y universidades. Un sistema educativo que actualmente considera que los Valores éticos son la alternativa a la religión y que reduce el pensamiento crítico y reflexivo propio de la Filosofía a una asignatura optativa que solo pueden escoger algunas alumnas y alumnos de cierta modalidad, no puede ser la respuesta. Debe cambiar.