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Juan José Millas

Tierra de nadie

Juan José Millás

Un mal sueño

Los seres humanos tenemos un lado simiesco que se manifiesta con más virulencia cuanto más tratamos de ocultarlo. Las señoras y señores vestidos (o disfrazados) de gala, con guerreras repletas de medallas y pechos saturados de condecoraciones, me recuerdan a los gorilas del zoo o a los bonobos de los documentales de La 2. Cuando yo mismo acudo a una ceremonia cuyo protocolo me exige una vestimenta especial, veo, al mirarme en el espejo, a un gorila con pretensiones. Por suerte para ellos, los gorilas no tienen pretensiones. No hay entre ellos sargentos que aspiren a llegar a tenientes ni adjuntos al director que deseen ascender a directores adjuntos. Qué curioso, por cierto, que adjunto al director y director adjunto no sean la misma cosa. Averigüé hace poco la diferencia y me hizo mucha gracia. No he logrado averiguar qué fue antes, si lo primero o lo segundo, pero estoy en ello y pronto podré darles noticias.

El caso es que asistí hace poco a un cóctel de gente muy condecorada y de súbito vi a todos los que me rodeaban y a mí mismo como a un conjunto de animales adiestrados para imitar a los seres humanos. El ser humano es el que mejor se imita a sí mismo. Ofrece la mano mejor que el más hábil de los perros y se coloca la servilleta en el cuello con más gracia que un chimpancé de circo. No digo nada de la habilidad de recorrer el salón de un extremo a otro con una copa de la que no se derrama ni una gota. Me resultó asombrosa, una vez sentados a la mesa, la maestría con la que manejábamos la pala de pescado y el cuchillo de la carne. El ruido de los cubiertos sobre los platos de porcelana producía una música digna de nosotros mismos.

Tras el café, me levanté para acudir al baño y oriné junto a otro primate muy erguido. Creo que a los dos nos resultaba humillante no ya evacuar, sino tener que sujetarnos el pene para evitar desviaciones. Resultó una experiencia alucinante, como si me hubiera tomado un ácido. Al salir a la calle y ver a la gente en vaqueros y camiseta, pero sobre todo al llegar a casa y cambiarme de ropa, regresé a mi condición de hombre como el que regresa a la realidad tras un mal sueño.

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