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Tribuna

Winter is coming

Una frase llena de verdad del político norteamericano Adlai E. Stevenson, embajador en la ONU durante la legislatura de John F. Kennedy, sirve para explicar el momento político que estamos viviendo en Alicante. Es esa que dice que «un hipócrita es el tipo de político que cortaría una secuoya, montaría un escenario y luego haría un discurso sobre la conservación». Sólo así puede entenderse el chirriante devenir de nuestro alcalde procesado, Gabriel Echávarri, desde que se puso al frente de la ciudad gracias a un acuerdo para gobernar con sus socios, Guanyar Alacant y Compromís, de copilotos, y con el voto también a favor de Ciudadanos. A partir de ese momento, comenzó a desplegar su catálogo de incoherencias, empezando por hacer creer que las cosas que son incorrectas para los demás no lo son cuando están hechas por él. De ejemplos de sus incoherencias está saturada la hemeroteca de este periódico, así que solo voy a recordar aquél hilarante episodio en el que pidió la expulsión de su partido de aquellos a los que pocos meses más tarde se uniría para intentar derrocar (traicionar) a Pedro Sánchez, su hasta entonces amigo. Porque, claro, Sánchez iba a perder. Lo que ocurrió lo saben ustedes. Ganó. Y ahora Winter is coming. Frío glaciar en Ferraz.

Muy dado al melodrama, a los sentidos golpes en el pecho, a hacerse la víctima y a imponer estándares morales a otros, dice ahora que no dimitirá a pesar de estar procesado y doblemente imputado. No lo hará porque, según dice, de hacerlo gobernará el PP y, al parecer, es mejor tener al frente de la ciudad a un alcalde socialista procesado por posible prevaricación e imputado por otro posible delito. A todo esto, resulta chocante que siendo abogado me haga responsable de unas decisiones que han tomado jueces y fiscales, poniendo por tanto en cuestión la independencia judicial y el trabajo de los magistrados. Echávarri es de los que cree que las cosas incorrectas que con saña denunció de otros no son aplicables a él. Seguramente, si buscamos en el diccionario una definición de hipocresía encajaría bastante con esto que estamos hablando.

¿Seguirá viniendo por Alicante el presidente de la Generalitat, Ximo Puig, para hacerse fotos con su alcalde procesado? ¿Vendrá la vicepresidenta Mónica Oltra a cantar las excelencias del mini gobierno? ¿Qué opina el secretario general de los socialistas valencianos del abuso de poder como forma de hacer política? ¿Hay sitio también para la venganza en el denominado relato del cambio? ¿Les parece legítimo que mantenga la Alcaldía un solo partido, que ni tan siquiera es el preferido por los alicantinos y que consiguió la vara de mando en virtud de un pacto ya caducado?

A pesar de reiterar que no soltará las riendas de su desgobierno antes de 2019, mucho tendrán que cambiar las cosas para que así sea. Y lo sabe. ¿Pero es que puede incomodarle faltar a su palabra a quien la incumple sistemáticamente? ¿Puede importarle a quien no respeta un pacto firmado hace solo dos semanas, que le comprometía a dejar el gobierno municipal si su situación judicial empeoraba? Como abogado, Echávarri debería saber que estar investigado por un juzgado por el despido de una funcionaria y estar procesado por otra cuestión como es el presunto fraccionamiento de contratos en la Concejalía de Comercio, de la que era directamente responsable, es un cambio significativo en su situación judicial. Muy significativo.

¿Qué hará ahora? ¿Cumplirá su promesa electoral de cerrar los domingos todos los centros comerciales de la ciudad? ¿Dará más dinero a Ortiz por su contrata de basuras? Decía el famoso dramaturgo Tennesee Williams que «la única cosa que hay peor que un mentiroso es un hipócrita mentiroso». Creo que todos estamos de acuerdo.

Lo más triste de todo, lo más lamentable de esta crisis política que vive la ciudad es comprobar como el único proyecto político de algunos consistía en quitar al PP, no había nada más. Pero, debería saber Echávarri que intentar justificar su triste situación actual criticando el pasado no va a resolver los problemas de la ciudad. Y sus palabras ya han perdido su sentido y su significado. Resuenan huecas. Vacías de integridad. Por tanto, sin gobierno, sin liderazgo y sin rumbo, sólo le queda el interés personal por aferrarse al sillón hasta donde llegue. Es lo que hay, lo que tenemos y lo que espera a los alicantinos, pero no es suficiente para una ciudad como la nuestra. A partir de ahora, veremos la inédita situación de seis concejales socialistas, que no obtuvieron el respaldo de las urnas para gobernar en solitario, arrastrando su penosa gestión hasta donde les alcance esta legislatura, un camino hacia la nada que ya ha arruinado las expectativas de miles de alicantinos.

Y llegados a este punto, sólo me queda decir que este alcalde procesado puede seguir peleando contra todos y contra todo. Incluidos, la lógica y la coherencia. Pero, al final, la realidad es tozuda y termina imponiéndose. La Historia es rica en enseñanzas de este tipo y tenemos el ejemplo de las tres guerras lideradas por la gran Cartago: después de la primera seguía teniendo poder; tras la segunda se mantuvo habitable; pero después de la tercera ya no se encuentra en el mapa.

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