La actualidad política de Cataluña y sus relaciones con el resto de España, genera situaciones no sólo absurdas, sino contraproducentes con nuestros propios intereses. De las múltiples facetas que se están planteando a este respecto, me gustaría hacer énfasis en lo relativo a las derivadas del comercio y las afecciones que se pueden derivar acerca de los productos elaborados en Cataluña y que se venden en el resto de España (y viceversa, deberíamos subrayar desde el principio).

Vaya por delante mi proposición: Debemos de seguir comprando los productos de Cataluña, no porque sean de allí y que sean españoles, sino porque son buenos productos.

Las campañas que se han iniciado en el resto de España acerca del boicot a la compra de los productos procedentes de Catalunya no solamente son injustas y contrarias a nuestros intereses económicos (desde el cava hasta la SEAT), sino que nos ponen en la situación absurda de evidenciar que quienes queremos separarnos de los catalanes somos los demás.

Aunque otros no tengan la madurez y el sentido común suficientes, nosotros sí deberíamos tenerlos para considerar que los lazos históricos existentes entre nosotros no pueden romperse por decisiones unilaterales, por muy absurdas e injustas que nos parezcan.

Actuar con sentido común en este conflicto no es solamente preocuparnos por nuestro bolsillo o nuestro bienestar. Si mantenemos el criterio de que Cataluña es España (y lo defiendo), ¿cómo me voy a permitir el lujo de actuar contra los intereses de una parte de España?

No sé a ciencia cierta cómo va a acabar esta situación (aunque me da la sensación que las fronteras entre la tragedia y la comedia se están borrando), pero no me cabe ninguna duda de que son tan fuertes los lazos que nos unen que, con independencia de las leyes, difícilmente pueden cortarse por mucho empeño que algunos pretendan. Si eso es así, tratemos de rebajar la tensión. Digamos con claridad que comprar productos y servicios procedentes de Catalunya es comprar productos y servicios españoles, y europeos. En definitiva, buenos productos.

En una economía globalizada, nuestros intereses como consumidores deben estar en comprar los productos de mayor calidad, y más baratos, mientras que como productores debemos impulsar los productos y servicios que permitan a nuestros trabajadores tener las mejores condiciones de trabajo y los mayores salarios, con un mayor respeto al medio ambiente. Hacer intervenir otros factores y, sobre todo, actuar contra nosotros mismos, poco sentido tiene.

Como originario de una zona productora de una gran emigración, Murcia, siempre vi con admiración el desarrollo de Cataluña y el que fuera capaz de dar trabajo a parte de mi familia. Comencé a aprender catalán con una obra impresionante «Catalunya dins l´Espanya moderna» de Pierre Vilar y hoy, como valenciano de adopción, no me puedo conformar con que esta Cataluña no quepa en la España moderna que deseo, con independencia de quien nos gobierne.

Por eso no me resisto a renunciar a nuestra historia y a nuestras aspiraciones comunes y compraré los productos procedentes de Cataluña porque son buenos y, por qué no, porque son también nuestros.