La falsedad más recurrente en la interpretación del barómetro electoral del CIS afirma que «Cataluña preocupa a los españoles por encima de la corrupción». Por tratarse de un Estado con un Gobierno, cabría precisar que «Rajoy ha conseguido que el independentismo oculte la corrupción», pero además no ocurre así. Hasta un periodista puede advertir que el listado del «principal problema que existe en España» complementa la «corrupción y el fraude» específicos con «los políticos en general, los partidos y la política», además de «el Gobierno y partidos o políticos concretos». Con la formación gubernamental campeona en corrupciones, la suma de todo lo anterior da un 71 por ciento de preocupación que desborda incluso al paro, y más que duplica el 29 por ciento de Cataluña.
El barómetro del CIS logra empeorar las interpretaciones erróneas ajenas. Ha alimentado la obsesión generalizada con el hundimiento de Podemos, que concurre extrañamente con otra bajada del PSOE convertido en monaguillo del PP. Es más importante reseñar que la suma del 46 por ciento de los populares con el partido a su derecha, Ciudadanos, coloca al binomio que actualmente gobierna al borde de la mayoría absoluta. Y dado que se concede a Rivera una trayectoria ascendente, se apuntala la supremacía conservadora.
La mayoría absoluta de PP y Ciudadanos demuestra simplemente que el barómetro está mal confeccionado, evitando la palabra falsedad por respeto a los trabajadores que no dirigentes del CIS. Por tercera vez consecutiva en periodo preelectoral, se alienta más que predecir una hegemonía de la derecha que casualmente favorece las pretensiones de Soraya Sáenz de Santamaría, responsable de la institución. Retroceso de los populares, pero con un gancho que catapultaría a la número uno del Gobierno. La «perseverancia» del instituto de sondeos, por utilizar la virtud que su responsable política adjudicó a Puigdemont, puede conseguir que los españoles acaben votando según les ordena la vicepresidenta, casualmente la ministra más valorada del sondeo.
