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Mariola Sabuco

El Asterix del socialismo

El alcalde de Alicante, Gabriel Echávarri, nunca decepciona en sus comparecencias públicas y ayer no fue una excepción. Por si algún ingenuo esperaba su dimisión tras recibir la segunda imputación e igualar a su antecesora en el cargo, Sonia Castedo (PP), el regidor lo dejó claro: «No dimito». A partir de ahí sacó su vena melodramática, que tantos problemas le ha acarreado, y a lo Scarlett O'Hara en Lo que el viento se llevó puso a Dios por testigo, poco más o menos, de que mientras un socialista quede en pie en Alicante no gobernará el PP. Echávarri se ha elevado sobre sí mismo en una doble pirueta mortal para tratar de convencer a los alicantinos de que él no es un político más aferrado al poder, enrocado en la Alcaldía. Olvida que sus socios -Compromís y Guanyar- le dejan solo porque acordaron en su día que no habría en el equipo de gobierno de izquierdas políticos imputados y que sus propias palabras de quitar el sueldo y las competencias a quienes se negaran a dimitir pese a estar imputados le persiguen poniendo en evidencia esa doble moral que aplican algunas personas, más estricta para los otros que para sí mismos. El alcalde, en su soledad, quiere autoconvencerse de que es una especie de Asterix del socialismo alicantino y que es imprescindible para impedir que el PP alcance la Alcaldía, quizá para no mirarse en el espejo y hacer frente al hecho de que todo lo que ha pasado hasta ahora ha matado la ilusión y la esperanza que se generó en mayo de 2015 en los alicantinos de que en Alicante se podía gobernar de manera distinta a lo que había hecho hasta entonces el PP: sin nepotismo, sin venganzas, con transparencia, con limpieza. Natxo Bellido (portavoz de Compromís) abandonó ayer al socialista a su suerte, pidiendo perdón a los decepcionados, algo que no se espera de Echávarri, porque él nunca tiene la culpa de nada.

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