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Joaquín Rábago

La respuesta al desafío

Me reprochan cariñosamente algunos amigos lectores el que en alguna de las cosas que he escrito sobre Cataluña parezca poner al mismo nivel el desafío catalanista a la Constitución y la respuesta del Gobierno de la nación.

No es, ni ha sido nunca ésa, mi intención, sino que, con mayor o menor acierto, he tratado de señalar que un problema de tan larga data como es ése nunca tendrá una solución penal sino sólo política.

Es decir que en algún momento, una vez calmadas las aguas, y ¡ojalá sea pronto!, habrá que hacer lo que hace mucho que debería haberse hecho: es decir, dialogar como corresponde a los demócratas.

Creo haber denunciado sin ambages en más de una ocasión lo que tiene siempre de egoísmo y de insolidaridad con el resto del país el intento de separación de una región rica, por más que en el caso catalán obren al mismo tiempo otros factores dignos de tener en cuenta como es el sentimental o identitario.

También hay que ser conscientes, a la hora de abordar el caso catalán, el problema que presentaría para Europa la separación de esa parte de España porque hay otras regiones que esperan impacientes ya su turno.

Hablan, por cierto, algunos de la oportunidad de una futura Europa de las regiones, pero, al margen de lo atractivo que resulta siempre la mayor proximidad de la política, ello nos haría seguramente más débiles a todos en una economía globalizada.

Un mundo en el que los europeos deberíamos enfrentarnos comercialmente a potencias como EEUU, Rusia o China y a los grandes monopolios, que, ellos sí, no conocen fronteras.

Creo que aquí, como en tantas otras cosas, sigue valiendo el viejo adagio de que "la unión hace la fuerza". Claro que para ello tiene que haber unión, y no egoísmos nacionalistas, no sólo aquí sino en toda la Unión Europea.

El auge del sentimiento independentista en Cataluña tiene diversas causas: muchas de ellas son históricas, y se haría bien en leer los discursos que pronunciaron en 1931 el presidente de la República Manuel Azaña y el filósofo y entonces diputado por León José Ortega y Gasset (1).

Dos discursos que, a pesar del tiempo transcurrido y de encontrarse hoy el país en circunstancias por fortuna muy distintas, no han perdido, por desgracia para todos, un ápice de actualidad.

Lo que sí puede afirmarse es que el problema catalán, sin duda agravado por los gravísimos efectos sociales de la crisis económica, les ha venido muy bien a las elites de allí y de acá para ocultar sus vergüenzas: es decir una corrupción rampante y durante demasiados años tolerada, también en muchos casos con sus votos por parte de la ciudadanía.

Y una pregunta que hay que hacerse es si ciertos medios de comunicación, también de aquí y de allá, y quienes opinan en ellos han estado siempre a la altura de la tarea y no se han dedicado irresponsablemente a incendiar el bosque.

(1) "Dos visiones de España". Edición de José María Ridao. Galaxia Gutenberg

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