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Vuelta de hoja

Los complementarios

En lo que giramos la cabeza para ver dónde para la pelotita, nos olvidamos del hambre, en todos los sentidos posibles de la palabra hambre

En apariencia hay últimamente en este país una cierta querencia a las tablas de lo ridículo por no decir una voluntad férrea de hacer solemne y clamorosamente el gilipollas. No, no es una insidiosa forma de calmar mi prurito faltón (que últimamente, lo reconozco, me merodea más de lo preciso), sino una evidencia que nos tiene a todos girando la cabeza a un lado y a otro, siguiendo la pelotita de este hilarante set que ya se prolonga ad nauseam. Decía mi abuela Casilda, que gloria haya que «en lo que levanta el palo, descansan las costillas». En lo que giramos la cabeza para ver dónde para la pelotita, nos olvidamos del hambre, en todos los sentidos posibles de la palabra hambre.

En el mundo de la pintura de donde vengo y a donde voy se maneja, sobre todo desde los impresionistas y el luminismo levantino, la teoría de los complementarios. Cuando mezclamos dos colores primarios, el resultado de la mezcla es el complementario del que no interviene en ésta. De modo que un violeta al lado de un amarillo hace que ambos colores se den fuerza uno a otro, brillo, lustre y esplendor. Pero no olvidemos que el pintor, como el poeta, es un fingidor. La pintura es un trampantojo, una trampa al ojo. La política también. Y esto que estamos viviendo estos días (un profesional diría aciagos) viene a ser política de ficción, política de salón, puro artificio. Un trampantojo barredor de asuntos muy graves y muy turbios que estaban rondando los límites de lo insostenible. Apenas si se habla del paro, ni de la ley de dependencia, ni de la ley mordaza (el otro día podían haberse puesto las botas), ni de la Gürtel, de los Pujol, ni del tres por ciento, ni del duque empalmao, ni de los eres, ni de los recortes ni de las lágrimas calladas de los desahuciados, ni de las tripas retorcidas de los hambrientos.

Este resurgir de ambos nacionalismos, catalanista y españolista (éste último, a todas luces más virulento, las hostias eran reales, el violento 155 es real), para mí tengo que está orquestado, que no es casual. Podría ser que todo fuera apariencia, como dije al principio de este escrito, el ridículo y las gilipolleces incluidas. Con el ardor patriótico, están dando lustre y esplendor, como los complementarios, a dos megalómanos que disfrutan, uno de su minutito de gloria, fardando de políglota en Europa y el otro de su eterna estancia en La Moncloa. Los independentistas puros y convencidos, los ideológicos, no le perdonarán nunca a Carles que por su momentico histórico y chapucero, haya pegado a Mariano con loctite en la poltrona. Los españolistas, que se han convertido en legión, adoran a Mariano por conseguir que los catalanes, a los que odian cervalmente, no se vayan. La contradicción está servida. Y ya de paso, como la caspa se contagia por simpatía han aupado un poco a esa figura retórica que es la monarquía, institución franquista donde las haya y muy emparentada con este desgobierno derechón. Antes del estallido nacionalista español a la monarquía, hecha unos zorros, parecía que le quedaban dos telediarios de la Primera. Respiren tranquilos, majestades. El regalito también era para ustedes.

Siempre, a lo largo de la historia, cuando se han querido conseguir intereses espurios, se han azuzado a la ciudadanía los perros del nacionalismo. En ocasiones provocaron guerras y genocidios. En este caso se ha conseguido mantener en el poder al gobierno más corrupto de Europa y a sus corifeos de la oposición. Más complementarios. Nos quedan muchos años de sumisión. Pues, que vivan las cadenas.

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