Dos años se han cumplido de la firma solemne por toda la comunidad internacional en las Naciones Unidas de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), los compromisos globales más ambiciosos aprobados en la historia para impulsar la formulación de una agenda mundial común en el campo del desarrollo sostenible. Si bien el documento se propone luchar contra la pobreza extrema, integra e identifica por vez primera tres dimensiones esenciales como son la económica, la social y la ambiental hasta el año 2030.

Es cierto que con anterioridad se habían aprobado otros muchos acuerdos mundiales para intervenir sobre la mayor parte de los problemas que pretenden abordar los ODS, pero la llamada Agenda 2030 plantea respuestas sistémicas a una visión global e interrelacionada del desarrollo sostenible que incorpora cuestiones tan relevantes como la desigualdad y la pobreza extrema, los patrones de consumo no sostenibles y la degradación ambiental, la defensa de los derechos humanos y la igualdad de género, junto a otros muchos avances novedosos que por vez primera deben de afrontar todos los países del mundo a la vez. Además, lo hace por medio de una metodología de intervención muy compleja que integra 17 objetivos, 169 metas y 230 indicadores altamente sofisticados, con el propósito de que el avance hacia los acuerdos adquiridos puedan ser medidos de forma precisa, reflejando así el avance hacia los ODS y los compromisos pendientes en cada uno de los países. De manera que la medición y evaluación de esta Agenda se lleva a cabo mediante informes anuales y en cada uno de los 193 estados firmantes. Bien es cierto que diferentes instituciones científicas han destacado que no pocos de estos objetivos son pura retórica, al tiempo que numerosas metas son tan idealistas como visionarias, difíciles de medir con los indicadores aprobados, como hace poco me reconocieron dirigentes de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación (FAO) en una reunión internacional.

Es importante saber que los Objetivos de Desarrollo Sostenible presentan una serie de limitaciones técnicas basadas en importantes debilidades en su diseño que alimentan compromisos imprecisos, algo que junto a una irregular disponibilidad y calidad de datos sobre desarrollo a nivel mundial, y al hecho de que no sean acuerdos jurídicos vinculantes sino exclusivamente «voluntarios», alimentan un justificado escepticismo en amplios sectores sobre las posibilidades reales de cumplimiento de estos acuerdos mundiales. Sin embargo, buena parte de la comunidad internacional, organizaciones internacionales, agencias de desarrollo, países y centros de investigación están trabajando intensamente para comprender mejor los ODS, analizar los espacios de innovación que aportan y diseñar políticas y programas que permitan avanzar en su cumplimiento. Salvo en España, donde su Gobierno no ha hecho absolutamente nada, ni siquiera ha puesto en marcha los sistemas estadísticos necesarios para obtener los datos que necesitan las Naciones Unidas, frente a lo cual, la Comunidad Valenciana ha tomado la delantera.

En línea con las evaluaciones e informes globales que se están realizando en los que se mapean las capacidades de cada país, las estrategias institucionales y la proyección de resultados para avanzar hacia sociedades más sostenibles, disponemos ya de bastante información sobre el avance de los ODS en el mundo.

¿Y qué nos dicen esos informes hasta la fecha? Organismos científicos y agencias de desarrollo subrayan que hay motivos más que suficientes para ser escépticos sobre el grado de cumplimiento de los ODS, a pesar de que están facilitando importantes avances. También destacan que estos acuerdos sean extraordinariamente complejos técnicamente, dificultando en muchos países su implantación. Al mismo tiempo, se señala que su complejidad exigirá tiempo y esfuerzo para comprenderlos adecuadamente, siendo necesario que cada país seleccione aquellos objetivos y metas en los que está mejor posicionado y sepa también donde tiene que destinar mayores esfuerzos. Pero los ODS también necesitan de perspectiva histórica, abandonando la palabrería hueca y las simplezas que los rodean, conociendo bien las responsabilidades institucionales y políticas que se derivan de los mismos. Con todo ello, estos Objetivos permitirán avances importantes en el desarrollo y la sostenibilidad mundial.

¿Y qué dicen las evaluaciones llevadas a cabo sobre España? Los dos informes que hasta la fecha se han realizado destacan que nuestro país ha retrocedido en avances importantes en materia de igualdad de género, obteniendo sus peores resultados en protección del medio ambiente, trabajo decente, disminución de emisiones de gases en efecto invernadero y ayuda al desarrollo, al tiempo que también son preocupantes los datos en producción y consumo responsable, llevando todos estos indicadores un indicador de color «rojo» al incumplirse. Por el contrario, España no tiene ningún indicador de color «verde» de cumplimiento, perdiéndose en el último año el único que teníamos en el año anterior, en 2016, precisamente en igualdad de género, debido a que se ha agrandado la brecha salarial entre mujeres y hombres.

Todavía estamos a tiempo de sumarnos a una apasionante agenda mundial que puede introducir mejoras en el castigado planeta y en las condiciones de vida de sus ciudadanos.