Mi ángel protector me susurra al oído de que prosiga con mi bondad habitual y que perdone al que no sabe, sobre todo que mantenga quietos mis mortíferos dedos, que me conoce, y que todo volverá a los cauces habituales. No había siquiera terminado mi media hora de terapia con el dron blanco volador dotado de lira para adormecer mi malestar, cuando el mefistófeles que también tengo en nómina, hoy de rojo más incendiario que nunca, no me susurra, sino que me revienta el tímpano gritándome si soy gilipollas, añadiendo que los años habían deteriorado el poco sentido común que me quedaba.
Visto que mis dos psiquiatras andaban de bronca a costa mía, corté el wifi cerebral, y me fui a dar una vuelta para pensar que era lo correcto sin necesidad de tomar partido por ninguno de los dos, porque eso me suele acarrear vendettas del perdedor, y en ésta, seguro que también.
Conocí al actual futurible alcalde de Alicante en la antesala del palco del Rico Pérez, cuando me lo presentó su padrino de infausto apellido, que me trasladó que ese sería el que nos liberaría de la travesía del desierto. Entonces me quedé con la idea luminosa de que ya era hora, creo que era diputado en las Cortes Generales, y camino de casa, después de perder como siempre, Mefisto, que ya lo tenía en nómina, me recriminó que seguía siendo tan idiota como siempre, que si no sabía lo que son los guiñoles. Rápido le contesté que sí, y casi antes de terminar me espetó eso de, idiota, y quién mueve a los guiñoles. Cuando hace poco me dijo un buen socialista que el alcalde era un personaje de cómic, pensé en los manga, y Mefisto me volvió a gritar, que se acueste con quién lo haga, la cópula siempre saldría fallida. Vaya día que tenía el ángel caído.
Años después, y ya con derecho a cuadro, asistió el alcalde a una charla en el ADDA sobre una propuesta de la Dipu sobre una posible Zona Franca en la que yo intervenía. Nada dijo entonces a su favor, ni después tampoco. Supongo que, si la Dipu lo apoyaba, imperaba ponerse de perfil, aunque pudiera ser beneficioso para la provincia pero menos para sus intereses. Antes de que alguien me atribuya cualquier interesada opinión política en su favor/contra, reconozco que le voté y puede que algunos de mi familia fueron seducidos por mis firmes convicciones, lo que aún estoy pagando día a día, no me perdonan.
Antes de eso, más menos, febrero de 2015, trolls informáticos, es decir, pajilleros ocultos, inundan las redes para denunciar con malas artes a cualquiera que pretendiera enfrentarse a Echávarri en su carrera a la candidatura, entre ellos Fernando Javier Fernández, un maestro, un socialista cabal. Dios me libre de hacerle responsable directo de tales deleznables prácticas de una turba de seguidores que creían hacerle un favor, pero, a buen seguro, sí que tuvo conocimiento de la mierda que inundaba las redes pero que a él no le manchaba, por lo que sí cabe atribuirle responsabilidad por omisión en no haber puesto coto a dichos desmanes fascistoides.
Por no decir los furibundos ataques recibidos de esos mismos descerebrados contra redactores de INFORMACIÓN. Me consta que el periódico evitó que se entablaran acciones en sede judicial contra esas conductas, y alguna otra de más grave calado que prefiero mantener en secreto, para mantener a toda ultranza la independencia editorial, y no alimentar con gasolina los fuegos provocados por los pirómanos.
Ya con la vara de mando, nos encontramos con dos investigaciones judiciales, una, por fraccionamiento de contratos, y dos, el despido de una interina, que casualmente era la cuñada del líder del PP en la Alcaldía. Dado que yo mismo he pasado por los juzgados por una imputación por cohecho y prevaricación, sobreseída posteriormente en firme, le aplico lo mismo que me aplicaba, la presunción de inocencia, que no se dirime ni en las redes ni en los medios, sino con sentencias firmes.
Cosa bien distinta es que el PSOE, con el peor resultado de su historia, ostente la Alcaldía con el apoyo de Compromís y Guanyar, y sus socios, bien le exigen su dimisión, o le dan un plazo prudencial para ver cómo avanzan los temas judiciales.
Y que quede claro que su dimisión no conlleva de facto que pase a gobernar la lista más votada en las elecciones locales, el PP, algo que tiene en la mesilla de noche para no abandonar la vara de la falta de mando. Precisamente por eso, se impone la política de altura. Nuria Belmonte, tránsfuga de Guanyar, puede volver al redil, y además tres concejales tiene Ciudadanos con los que, al menos con uno de ellos, se podría negociar mantener el tripartito y dedicar el año y pico que queda hasta las próximas elecciones a trabajar por la ciudad y no enfrentarse en un ring de boxeo.
Creo que la dimisión es imprescindible e inmediata, no ya tanto por los temas judiciales, bastante más lejanos de los temas de corrupción que aún deben dirimirse, lenta justicia, sino por la parálisis que empiezan a sentir nuestros sentimientos democráticos.
No son tiempos para olvidar, sino para volver a sentir.