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Antonio Sempere

En pocas palabras

Antonio Sempere

Hablemos de teatro

Estamos de celebración. La de los 25 años consecutivos de Muestra de Teatro en Alicante. De Autores Españoles Contemporáneos, esto es, autores vivos, para más señas. La sola existencia del evento ya parece un milagro. Y si no, miren dónde quedó el Festival de Música Contemporánea impulsado por el Inaem desde el Ministerio de Cultura, que tan inmortal parecía en los noventa.

Tampoco es que la Muestra de Teatro subsista por tratarse de un evento barato. El montante de su presupuesto coincide, euro arriba, euro abajo, con el de nuestro Teatro Principal para un ejercicio completo. La Muestra no cuenta con la tremenda servidumbre que supone estar pendiente del retorno en taquilla para subsistir. Nuestro Teatro Principal sí.

De ahí que la Muestra, y su programador Guillermo Heras, puedan permitirse más riesgo. La que nos presenta en esta XXV edición aglutina, sobre el papel, un nivel medio al que podríamos aplicar un Notable alto. Es decir, que existen suficientes razones para que residamos, literalmente, durante toda la semana que viene, en el Teatro Arniches (el que más funciones acoge), el Teatro Principal (donde tendrá lugar el homenaje a Ignacio García May, del que se representará Sofía; ¿alguien se anima a escribir Letizia?, no tendría desperdicio); también en la Caja Negra de Las Cigarreras y en el Paraninfo de la Universidad.

Pero ya que estamos en el tema, permítasenos añadir algunas acotaciones sobre la situación teatral en Alicante, más allá de estos nueve días de fiesta que nos sirven de punto de encuentro. El Teatro Principal está constreñido en lo económico. En su última Junta de Propietarios se pusieron sobre la mesa unas cifras que arrojaban déficit. Lógico. Salvo que programemos lo que la gente quiere ver, musicales, mologuistas, actuaciones musicales y teatro muy convencional, habrá números rojos. El Principal merecería los presupuestos del Teatro Romea y el Teatro Circo de Murcia, del Calderón de Valladolid, del Echegaray y el Cervantes de Málaga o del Lope de Vega de Sevilla. No hablo del Arriaga de Bilbao porque no creo en los milagros.

Porque seamos claros. Tanto el director del Principal, Paco Sanguino, como su subdirectora, María Dolores Padilla (y exdirectora y gerente), saben lo que llevan entre manos. Tienen criterio. Buen gusto, olfato teatral y capacidad para gestionar un escenario de estas características. Lo que no tienen es dinero, y claro, así el margen de maniobra es bien estrecho.

Valga como ejemplo relevante la mención de dos espectáculos brillantes que el Instituto Valenciano de Teatro ha programado en el Teatro Principal de Valencia y el Teatro Principal de Castellón y que no veremos en Alicante. Del 9 al 12 de noviembre, Terra Baixa, de Ángel Guimerà, con Lluís Homar, y el 4 de noviembre, In memoriam. La quinta del biberó, de Lluís Pascual, producido por el Teatre Lliure y Temporada Alta. Se trata de los dos grandes montajes que pasado el tiempo engrosarán las antologías de lo mejor de cuanto se pudo ver sobre los escenarios en el siglo XXI.

El Teatro Principal, con su presupuesto, no podía traerlos. El Institut Valencià de Cultura, sí. Hablando en futurible, debía haberlos ofrecido en su versión en castellano. De lo contrario, podrían revivirse situaciones como las que se produjeron cuando la Hongaresa representó Ultramarins, de P aco Zarzoso, para 30 ó 40 espectadores. Pero si el mismísimo Eugeni Alemany, con su monólogo En persona guanye, no reunió ni a 50 espectadores la pasada temporada en el Arniches, en el que fue su bolo menos arropado. Celebramos la XXV edición de la Muestra de Teatro, los 27 años desde la rehabilitación del Teatro Principal, y es bueno que sepamos dónde estamos.

Un último apunte sobre la programación de nuestro Teatro Principal, y una de las apuestas de Paco Sanguino que más aplaudí cuando conocí el programa: el primer Ciclo de Creadoras Juno en Tardor. Pero nuestro gozo en un pozo. Por supresión de la gira se caen del programa no uno, sino dos espectáculos, el Drac Pack de Najwa Nimri y Mi relación con la comida de Angélica Liddell. Lo más rompedor, lo que emparentaba nuestra programación con los teatros más avanzados, se queda en el folleto como el recuerdo de lo que nunca fue. Dicho esto, que se alce el telón de la Muestra.

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