Hay temas que resultan muy difíciles de tratar so pena de terminar en la hoguera de la plaza del pueblo. La Dama de Elche es uno de estos temas junto con el Misteri d'Elx. Ya me han empezado a temblar las piernas y no sé cómo escribirlo para que el que me tenga que llamar ignorante en grado supino se entretenga, al menos, un poco.

No es mi intención, faltaría más, hacer referencia al incuestionable valor histórico y cultural de la Dama sino a su consecuente representación simbólica como signo de identidad de la que ninguna pieza de semejante valor representativo puede abstraerse. Aunque, mejor dicho, pretendo referirme a la apropiación política e ideológica de estos símbolos como elementos para la interpretación sesgada de la historia en algunos casos, o para la ramplona política local en otros casos como el que nos ocupa. Un ejemplo del valor simbólico e identitario de las obras de arte lo tenemos en cómo su secuestro y expolio han acompañado las grandes invasiones bélicas que pretendían algo más que ganar un combate como parte de la política de destrucción del enemigo. Un ejemplo de ello lo podemos leer en la obra de la norteamericana Lynn H. Nicholas, El saqueo de Europa. En este libro se relata con rigurosidad el alcance material y simbólico así como la sistematización burocrática del saqueo llevado a cabo en Europa no sólo por Hitler, sino también por Stalin. Fue Goebbles, el ministro de propaganda del partido nazi, quien propuso la creación del Reichskulturkammer, la cámara de cultura para la supervisión y control de las manifestaciones culturales. La cultura dependía del ministro de propaganda.

Evidentemente, no pretendo establecer ningún paralelismo ideológico, sino simplemente llamar la atención sobre el carácter propagandístico que siempre rodea los iconos históricos y culturales, y que durante estas últimas semanas estamos apreciando a propósito de la cesión temporal de la Dama a Elche. En este sentido, nuestra concejalía debería cambiar también el nombre de cultura por el de propaganda, que ya había adquirido desde los tiempos de Pablo Ruz con mucho orgullo.

Recientemente, Nacho Ares le dedicaba al busto ibérico el espacio central de su programa, Ser Historia, y hablaba casi emocionado del «golazo por la escuadra» que le marcó Franco a la Francia del mariscal Pétain con la ayuda de Alemania para que devolvieran a nuestra patria la Dama junto con la Inmaculada de Murillo, el Archivo de Simancas y las coronas visigodas de Guarrazar. Se trató de un intercambio llamativamente desigual a favor de España, como lo recogen profusamente Lucía Martínez y Cédric Gruat en el libro El retorno de la Dama de Elche. Sí, como lo oyen. Franco, el trilero, los puso encima de la mesa y para casa. Es una buena ocasión para reivindicar los muros patrios, si un día fuertes, hoy desmoronados, de la carrera de la independencia heridos, como diría el poeta.

Creo que para entender la cultura en España y la falta de una política cultural municipal ayudan mucho las palabras del reconocido hispanista John H. Elliot en la Tribuna del Hispanismo que ha inaugurado recientemente el Instituto Cervantes y donde viene a decir que adolecemos de un complejo de inferioridad endémico que busca siempre la tutela exterior. Necesitamos que nos digan siempre desde el exterior ?léase desde fuera de Elche- lo que merece o no la pena. Lo que se está haciendo con la Dama de Elche es pura y llanamente propaganda. No sé si es mejor que se quede en Madrid o que venga a Elche. Pero, por favor, que la traigan ya, si con eso se termina con el espectáculo berlanguiano de la dama viviente. Más allá de eso, creo que ya no necesitamos tutores o reconocimientos externos para reivindicar nuestro patrimonio a través de una política municipal coherente con nosotros mismos. La situación de abandono y la falta de calidad de la oferta cultural en Elche no se debe a la ausencia de la Dama de Elche. Se ha hablado, por ejemplo, en numerosas ocasiones de la necesidad de fomentar un plan estratégico para La Alcudia, reivindicando Elche como capital de la cultura ibérica, y para esto tampoco es necesario que esté aquí la Dama. Un ejemplo de esa falta de perspectiva cultural también la observamos estos días en el Festival Medieval que se celebra cada año en nuestra ciudad junto con el mercadillo «medieval» que va rulando por toda España el resto del año. Este festival que surgió para contextualizar las representaciones extraordinarias del Misteri cada dos años dentro de una programación cultural integrada se ha descontextualizado convirtiéndose en un ladrillo más que en el caso de la cultura no hace pared. Representativos artistas ilicitanos ya dijeron en una noticia recogida por este diario hace unas semanas que Elche había dejado de ser un referente cultural y que echaban de menos mayor sensibilidad política. Por no hablar de todo aquello que hemos perdido, como la Escuela de Pintura del Hort del Xocolater, porque la cultura también se hace; o de la necesidad de regenerar y aumentar la Ruta del Palmeral o de fomentar una política de conservación del poco patrimonio arquitectónico que nos queda. En definitiva, hemos de luchar para que se reconozca y se proteja nuestro patrimonio en primer lugar aquí.

Creo que todas estas cuestiones, querida Patricia, bien merecen una reflexión sobre la gestión municipal de la cultura.