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Efectos sedativos del 155

En contra de lo que muchos apocalípticos temían, la aplicación del artículo 155 de la Constitución ha tenido benéficos efectos sedativos en el cuerpo social, muy agitado últimamente por emociones contradictorias. Y en algún caso un sorprendente efecto tragicómico, como la huida a Bélgica de Puigdemont y de algunos de su ex consejeros, aún no sabemos si para solicitar asilo político o constituir un fantasmal gobierno en el exilio. Por lo demás, los acontecimientos desde la proclamación de la fugaz república catalana se desarrollaron con rapidez. El cese desde Madrid del presidente de la Generalitat y de todo el Gobierno autonómico se produjo sin mayores incidentes ni rebeldías. Y lo mismo ocurrió con la limitación de funciones del Parlamento regional, con el cierre de las polémicas "embajadas" en el exterior y con el cese de la cúpula de los Mossos.

El mayor Trapero entregó la estrella de sheriff de Dodge City con la que se venía paseando por los telediarios como Gary Cooper en "Solo ante el peligro" y remitió una carta a sus subordinados en la que les pedía fidelidad a los nuevos mandos. Fue el primer síntoma de la rendición final. Hubo, eso sí, algunos episodios chuscos. Como la grabación de un vídeo en el que se podía ver a Puigdemont dirigiendo un mensaje a la nación desde un atril con un escudo de Cataluña para dar la impresión óptica de que no había renunciado a la dignidad presidencial. Y otras dos filmaciones, del conseller Turull y de la presidenta del Parlamento, Carme Forcadell, acudiendo a sus despachos como si nada grave hubiera pasado.

Dada la desproporción de fuerza entre el Estado central y el Gobierno de la comunidad autónoma rebelde todo hacía indicar que el contencioso terminaría de esa forma, pero algunos medios apostaron por el catastrofismo pirotécnico. Desde primeras horas de la mañana del lunes hubo un enorme despliegue de cámaras y micrófonos ante las instituciones y sedes de los partidos para transmitir las imágenes del temido conflicto de legalidades y de un posible movimiento de masas en la calle al estilo de las "revoluciones naranja" en el Este de Europa. Pero solo pudimos observar las caras desconcertadas de los representantes de los partidos independentistas tratando de mal explicar al público las razones de por qué tienen que concurrir a unas elecciones convocadas por el Estado opresor al que niegan toda legitimidad para hacerlo. Y en esas estábamos cuando llegó la noticia de la huida a Bélgica de Puigdemont y de parte de sus consejeros, se supone que para evitar la acción de la Justicia española que a esa hora ya había presentado querellas por rebelión y sedición contra los huidos. No imaginábamos un final como este para el "procés", que nos retrotrae a fugas como la de Roldán, Ruiz Mateos o el Dioni.

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