Podría entenderse que «el reencuentro» es una nueva serie televisiva llamada a contar con la aceptación del espectador, la vuelta de los chavales de Operación Triunfo -con cobra, o sin cobra, del Bisbal a la Chenoa de turno-, el título de una novela de quienes dan lustre a la lengua de Miguel de Cervantes, el retorno a la pequeña pantalla de algún programa de éxito -en plan 1,2,3, Verano Azul o Curro Jiménez-, una peli de terror o lo que se os pase por la cabeza. Sin embargo, nada más lejos de la realidad, aunque cada uno es libre de pensar lo que le venga en gana, que para eso estamos en un Estado de Derecho. ¡Faltaría más!.

«El reencuentro», después de una perfecta organización, se produjo el 20 de octubre. A la cita estaban convocados muchos, pero finalmente acudieron/acudimos 21 supervivientes, que, entre batallitas y «cançonetes», mostraron/mostramos unas enormes ganas de vivir, lo que quedó patente en el ambiente, pese a que, si se hubieran enumerado/cuantificado los muchos achaques personales y las «sorpresas que da la vida» -como canta Rubén Blades y que en este país popularizó la Orquesta Platería- se podría escribir un libro, a modo de «memorándum médico», y lo mismo el «grupete» hubiera tenido que «concentrarse/reunirse» en un geriátrico o en la Unidad de Cuidados Intensivos de algún centro hospitalario. Pero no, la cita fue para compartir mesa y mantel, chascarrillos y vivencias, incluso se cantó el «Frère Jacques» y «La Marsellesa» -en honor a don Martín, uno de los profesores, el de francés, de los aguerridos protagonistas de esta historia-, temas que, no por muchas veces cantados, dejan de ser un aliciente para seguir adelante; ¿no, Emilio?. La pena es que ya van faltando algunos del grupo original, aunque se les recuerda con respeto y cariño.

Lo que si se vio en «el reencuentro» fue mucho pelo blanco, alguna que otra «calvica» y, aunque parezca mentira, poco sobre preso. Y, sobre todo, se palpó amistad sincera y compañerismo/complicidad, principios que, en los tiempos que corren, no se valoran suficientemente, sobre todo por la clase política, que va muy a su bola sin importarle el hermano, el vecino, el ciudadano. La mayoría de los que acudieron/acudimos a la llamada comparten/compartimos los mismos «hobbies» y casi todos aman/amamos el mar -como Diego o Bruno-, con Tabarca siempre en el recuerdo y siempre presente; ¿verdad Chimo?. La isla es, como canta el grupo Mediterráneo, «una luz en medio de la oscuridad».

«El reencuentro» fue espectacular, pero habrá más, porque el espíritu salesiano, basado en el respeto, y que, allá por la década de los 60 del siglo pasado, unos curas inculcaron a estos «mozos» entre «campanazos», «coscorrones», «pellizquines en la oreja», rosarios y misas, sigue vigente. Los lazos que se crearon entre los miembros del grupo, pese a que cada uno ha hecho su vida por su lado, sobreviven y mantienen unidos a casi cincuenta «chavales» que, de vez en cuando y para reforzar sus creencias, se subían a un autobús para enfilar hacia un encierro voluntario en el que realizar el llamado «retiro espiritual»; lo que les unió más todavía.

«El reencuentro» fue junto al mar, en El Pinet -¡gracias, Basilio!-, pero el siguiente, previsto para el próximo mes de enero, será en la ciudad más monumental de la Comunidad Valenciana, Orihuela. Seré el anfitrión y, aunque no soy oriolano de nacimiento, estaré orgulloso de enseñar el pueblo de Miguel Hernández, de Ramón Sijé, de Teodomiro y de Armengola a «mi grupo». Les llevaré a recorrer el «casco histórico», empezando por Santo Domingo (algunos de «mi tropa» estudiaron allí, pero no conocen, por ejemplo, los mosaicos y retablos que se descubrieron con la espectacular rehabilitación de la iglesia del colegio a raíz de la exposición «Semblantes de la Vida», correspondiente a «La Luz de las Imágenes», en 2003-2004; ¡qué lejos queda ya!). Seguiremos por la casa-museo del poeta, el Palacio Episcopal y la catedral más pequeña de España, lo que la hace más acogedora, con la capilla del Loreto en frente. Enfilaremos la Calle Mayor para, acceder a otro Monumento Nacional, la Iglesia de las Santas Justa y Rufina y de ahí a Santiago para mostrarles su fachada gótica, en la que está el último escudo de los Reyes Católicos con una «granada cerrada», ya que la ciudad de la Alhambra todavía no había sido "arrebatada" a los moros de Boabdil «el chico», ese al que su madre, la sultana Aixa, cuando marchaba al exilio en las Alpujarras, le dijo lo de: «Llora como mujer por lo que no supiste defender como hombre», después de perder la ciudad nazarí. ¡ Sofía, prepara un/a guía!.

Orihuela es la gran desconocida de la Comunidad, pese al encanto de sus plazas, como la Plaza Nueva, y a sus numerosos Monumentos Nacionales, palacios y palacetes, como los de Arneva, Pinohermoso -reconvertido en el único hotel de la CV declarado Bien de Interés Cultural (BIC)-, los del Barón de la Linde, Marqués de Rafal o el de la Granja, del que veremos su interior, como me prometió Beltrán. Eso sí, trataré de pasar «ligerico» por el de Rubalcaba. Orihuela es, sin miedo a equivocarme, «ciudad singular» y el oriolano debe sacar pecho cuando se hable de ella. Aquí, en Orihuela, y si Dios quiere, será el próximo «reencuentro».