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Toni Cabot

Rajoy ríe el último

Pintada en su pálido rostro asomaba la sonrisa de Carles Puigdemont en el intento de dar a entender que celebraba justo lo contrario de lo que veinticuatro horas antes tenía previsto apoyar. El piloto de ese pretendido cambio acumuló méritos en un solo día para ser vilipendiado por los suyos al grito de ´traidor´ y por los de enfrente, que ya llevaban tiempo arremetiendo contra sus maneras. Así que por mucho que la jornada de ayer se hiciera un hueco en la wikipedia, difícilmente se podrá glosar al hasta ahora President, encasillado para la eternidad como una figura menor, acobardado por un ejército de tuits, acorralado por un puñado de radicales de la Cup y superado por los acontecimientos. Con todo, el peor trago para Puigdemont estaba por llegar. Rajoy sorprendió a todos. Hizo cuentas y, tras comenzar a ejecutar el artículo 155 con los ceses anunciados de los miembros del Govern, convocó elecciones para el 21 de diciembre, 54 días después, justo el plazo mínimo exigible para una cita con las urnas.

La maniobra esconde comodines que se ponen de su parte. Por un lado, el presidente del Gobierno responde sobre el tablero y ante la opinión internacional moviendo la ficha electoral, la máxima expresión democrática, con todas las garantías y sin dilación, trasladando de esa manera una imagen limpia de la partida, justo la misma baza que Puigdemont rechazó unas horas antes cuando buena parte del país y del espectro político clamaba para que la llevara adelante.

Por otro, quedan fuera de combate todas las caras reconocibles del independentismo, que presumiblemente no podrán acudir a la carrera electoral por un presunto delito que los inhabilitará. La sensación que queda tras una jornada frenética e histórica apunta a que el último en sonreír fue Mariano Rajoy.

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