Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Crónicas del limbo

Claridad mediante la palabra

La gran manifestación de ayer, llenando las calles y plazas de Barcelona, ha contribuido a cambiar, decisivamente, la fisonomía de Cataluña que el independentismo pretendía mostrar al mundo. El falso victimismo practicado durante décadas por los nacional-secesionistas se ha revelado como un disfraz para encubrir sus fines supremacistas. Se puede decir que el hechizo se ha roto. Nunca más, nadie ?y digo bien? nadie, salvo iluminados y dictadores, va a poder decir que habla en nombre de Cataluña.

Me siento especialmente orgulloso de las palabras pronunciadas ayer por Teresa Freixes, compañera constitucionalista, y por Pepe Borrell. Son palabras que pasarán a los libros de historia por la altura moral que las han inspirado. No solo han dado voz a millones de personas silenciadas y discriminadas durante años, a las cuales el independentismo pretendía ignorar, privar de sus derechos y de su dignidad, sino que han sabido interpretar un mensaje de respeto a la pluralidad, la concordia y el entendimiento, que son los valores que vertebran la convivencia en una sociedad civilizada. Palabras cargadas de argumentos, de crítica hacia quienes se han saltado la ley y la Constitución, dividiendo a la sociedad catalana y sembrando el odio en la ciudadanía; pero también palabras que expresan emociones positivas, que son las que verdaderamente mueven a la acción.

Durante estos días mucho se ha especulado sobre el desenlace de jornadas de extrema tensión que han culminado en una suerte de declaración unilateral de independencia y en la aplicación simultánea del artículo 155 de la Constitución. En ciertos mentideros se ha esparcido el relato de que la situación resultante no es más que un enjuague, un pacto tácito entre Puigdemont y Rajoy para salir ambos airosos antes sus respectivas clientelas. Según esta especie, habría algo así como un acuerdo por debajo de la mesa, a partir del cual Rajoy aplica finalmente la herramienta que la Constitución le concede para sofocar el golpe a la democracia, mientras que Puigdemont ?y quienes le acompañan? salen del trance de rositas.

No creo en absoluto que el relato tenga consistencia. Si bien es verdad que durante horas interminables diversos emisarios trataron de que se llegase a un entendimiento para rebajar la tensión y proporcionar una salida a la situación, mediante la celebración de elecciones, la diferencia fundamental entre Puigdemont y Rajoy, entre el bloque secesionista y el bloque constitucionalista, es que el primero pretendía que el Gobierno renunciara a sus obligaciones constitucionales, pasando por encima del Estado de Derecho y la división de poderes. Para suerte de todos, la Constitución se ha mantenido incólume y la aplicación del artículo 155 seguirá su curso, con todas sus consecuencias. A mi modo de ver, la convocatoria de elecciones es un paso decisivo para restablecer la normalidad en Cataluña; un acierto democrático que enfrenta a los supremacistas ante su propio espejo, y les crea un escenario que les resultará muy difícil de gestionar.

Las fundamentales lecciones que la crisis en Cataluña nos ha revelado hasta el momento tienen su fundamento en una sola: Que a las alturas del siglo XXI, la secesión de Cataluña, un territorio rico, que goza de una autonomía amplísima, no es posible. Los cantos de sirena del independentismo no han sabido medir las consecuencias de las mentiras que durante años han venido predicando. Fracasarán por tanto los nacionalistas y todos aquéllos ?como esa falsa izquierda residual a la que, al parecer, no le importa la solidaridad, la división de los trabajadores y la espantada de las empresas radicadas en Cataluña? que se han creído que levantar fronteras en la Europa de hoy es una buena idea.

Aunque el sosiego en la sociedad catalana no está ni mucho menos al alcance de la mano, pues siempre es posible que se den episodios de tensión, e incluso de violencia, la aplicación gradual y proporcionada de las medidas que ampara el artículo 155 deben permitir allanar el camino para garantizar la seguridad y el respeto a las reglas del Derecho y, especialmente, para la realización de una verdaderas elecciones libres y democráticas. A partir de ayer, se abre una nueva etapa en Cataluña.

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats