A estas alturas no sabemos bien si vamos o si venimos. La "España de charanga y pandereta" de Antonio Machado está volviendo con más fuerza que nunca, si cabe. No es de extrañar, por otra parte, pues éste es el país de Miró, Dalí, Berlanga, La Martirio y Gómez de la Serna, entre otros muchos artistas y personajes de todo plumaje que viven y han vivido instalados en el pensamiento lateral en España. Son frutos de la tierra y el humor negro está sin duda en nuestro ADN. Éste es el país en el que los Morancos hicieron chiste de su padre de cuerpo presente, por poner un ejemplo. Claro está que puede tener su cierta gracia que un genio pinte un cuadro con relojes que se van licuando, o que en una película aparezcan los actores plantados como lechugas, pero cuando el personaje en cuestión es presidente de una Comunidad Autónoma la cosa deja de ser de chiste. Es simplemente una desgracia como otra cualquiera.

No tratemos de entender las cosas que hace ni de encontrarles un sentido. Para mí que Puigdemont está simple y llanamente con los testículos a la altura de las amígdalas. Lleva días detentando, y digo bien, un poder que ya no es legítimo, dado que él y otros cuantos se situaron fuera de la legalidad cuando se la saltaron a la torera, dictando normas nulas y declarando la independencia, para acto seguido suspenderla. Esta Navidad se prevé que él y Piolín sean los caganers más demandados para los belenes. Reconocimiento tristemente merecido.

Los que no nos lo merecemos a él somos la gran mayoría de los españoles. Ni a él ni este movimiento desgarrador y airado. Inasequible al desaliento, Puigdemont sigue a la suya, ahondando en la ruina y el desprestigio de Cataluña, de la que se han ido huyendo en lo que va de mes mil y pico empresas. La huida es ya un clamor, incluida la de empresas de consumados indepes como los del Cola-Cao. En el momento del naufragio las ratas abandonan el barco y la pela es la pela.

Duele ver que en solo una generación nos hayamos olvidado del dolor que trajo el enfrentamiento de la Guerra Civil. Somos cortos de memoria, si no las escenas de la votación de la independencia en el Parlamento de Cataluña o de la aprobación de la aplicación del artículo 155 de la Constitución no se habrían producido. Y espero de todo corazón que la situación se reconduzca con contundencia a la par que mesura. Puño de hierro pero guante de seda. Precisamente ahora que estábamos saliendo por fin de la crisis nos viene este palo. Me traen l fresco sus justificaciones, señores independentistas, pero esto no tocaba. La independencia catalana es una quimera sin ningún recorrido, pero ahora hay que recoger el largo hilo que se le ha dejado a esa cometa.