Muchos gestores públicos y privados deben rezar ya el Padre Nuestro antes de las pláticas de Mario Draghi, el presidente del BCE. En el 2014 dijo que haría todo lo necesario para salvar la zona euro. Cumplió. Y en el 2015, tras bajar a cero los tipos de interés, emprendió una política monetaria muy laxa y poco ortodoxa, basada en la compra por el BCE de bonos -muchas veces de los Estados de la UE- para tirar a la baja los tipos de interés. No sólo los de las empresas sino también de la gran deuda de los Estados que tuvo que crecer -pese a reducir el déficit público anual- para paliar los efectos sociales de la crisis.

Contra lo que grita la izquierda insolvente ha sido una política muy sensata y poco conservadora. Hoy la economía europea ha salido de la crisis y España crece a más del 3%, gracias en gran parte a que el coste de la deuda pública ha caído espectacularmente gracias a Draghi, que ha aguantado las presiones de los muy ortodoxos alemanes.

Pero con la economía saliendo de la crisis, la política monetaria ultraexpansiva no se pude mantener indefinidamente. La Reserva Federal ya ha subido tipos y Draghi bajó la compra de bonos de 80.000 millones de euros mensuales a 60.000. Ahora ha decidido reducirlas a 30.000 pero mantenerlas -lo que alegrará la vida a Montoro y a todos los españoles- hasta como mínimo setiembre del 2018. Y ha asegurado que hasta entonces los tipos de interés no tenderán al alza.

Es una política acertada€ y valiente. Sin Draghi el euro habría sucumbido y la economía europea se habría estrellado contra la recesión. Por eso muchos inversores y ministros de Hacienda volvieron a entonar ayer el «Padre Draghi que estás en Frankfort».

Pero la inquietud no ha desaparecido. Trump tiene que designar ya al presidente de la Reserva Federal que sustituya a Janet Yellen. Yellen y Bernanke han sido claves en la salida de América de la crisis y ahora se teme que Trump pueda hacer un estropicio nombrando a algún incondicional.

Aunque por otra parte le interesa mucho que la economía americana siga creando empleo y por eso no se descarta del todo que Yellen obtenga un nuevo mandato (Obama lo hizo con el republicano Bernanke), o nombre a alguien solvente. Trump es imprevisible y Mario Draghi no será suficiente si la Reserva Federal cae en manos de alguien de talante «trumpista».