España se deshace hasta extremos inimaginables como lo demuestra el que Bertín no le coja el teléfono a Arévalo. Qué desastre, dónde hemos llegado.   Y todo porque el hermano en los escenarios de ideario cañí difundió por las redes la foto de una paella en Ca Osborne, con perdón, de la que dio cuenta el rey emérito, entre otros invitados. Yo no sé si el Consejo de Estado, la Academia de la Lengua ?la encargada de preservar el idioma, me refiero?, el Gobierno, Sánchez y Rivera, los viejos santones que un día nos transportaron del gris al color y, por supuesto, Iñaki Gabilondo han reparado en la necesidad imperiosa de asignarle tareas concretas a don Juan Carlos porque teniéndolo así suelto, ya veremos. Lo pensaba viendo a su hijo batirse el cobre en el discurso de Asturias. No le quedaba otra que reforzarse a sí mismo tras haber tenido que dejar de ser árbitro de todas las sensibilidades reinantes en su comparecencia a mazo limpio y a fe que lo hizo transmitiendo en los premios una imagen que poco tiene que ver con la caspa consignada desde el exterior. Su madre seguía emocionada la impropia intervención de un borbón sin apoyarse en la chuleta apenas y el temor consistía en que, a esas horas, fuera a parar a la nube la imagen del páter brindando, yo qué sé, con el bon amic Jordi por los viejos tiempos. Al estar viviendo su enésima juventud, te sale por cualquier punto cardinal dejando a la intemperie a quienes otrora le rodeaban. El hombre, que se ha aficionado a tropezar.   Pero esto no acaba aquí. La en su día princesa del pueblo ha anunciado que se casa, lo que tampoco quiere decir que vaya a sentar la cabeza. Paz Padilla y Kiko Matamoros han quedado fuera de la lista a un enlace en el que el amor llegó en ambulancia, la que conducía el novio cuando fue en auxilio de Belén tras un percance. Es lo que nos ha faltado. Con un periodista y un registrador de la propiedad pelando la pava no es fácil hacerse a luna de miel. Por muy a tono que estén, uno pensará en dar más caña y, el otro, en tener el dominio.