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La andanada

El tiempo que pasa

El tiempo, sí señor, que va surcando de grietas nuestro rostro y cubriendo «de nieve la hermosa cumbre», que dijo Garcilaso para referirse poéticamente a las canas. El tiempo irreductible, con su rodar de días, meses, estaciones, años... Ese tiempo con mayúsculas, que convierte a la memoria en historia, y nos permite redondear fechas y desempolvar hazañas. Treinta años, treinta ya, desde una de las faenas más imperfectas e incomprensibles habidas en los anales taurinos. Fue el 29 de septiembre de 1987. Rafael de Paula, ante un sobrero de Martínez Benavides de nombre «Corchero», se reinventaba y ponía el toreo boca abajo en uno de esos trances irreflexivos que a su maestro Juan Belmonte le exigía Valle-Inclán para entender el toreo. Tres verónicas y media al toro anterior de Ortega Cano ( Manzanares completaba el cartel) descorcharon el torrente de misterio que desde entonces embebió las telas del torero gitano, más gitano de duendes oscuros que nunca. ¡Qué faena tan imperfecta! «Para sentir el toreo, hay que hacerlo con fatiga», se había dejado decir el de Jerez alguna ocasión.

Rafael de Paula desmadejado ante un torazo que enseñaba mucho los pitones. Las imágenes en vídeo para el recuerdo nos dejan un diálogo de gestos entre el torero y el genio al inicio de la faena donde parece decirse, tras mirar al imponente astado, algo así como «esto no puede ser, es una locura». Y fue. ¡Bendita locura! Para gloria y tragedia de cuantos lo vieron. Hubo tandas de derechazos, naturales, trincherillas, pases de pecho. No podía ser de otro modo. Pero hubo esa imperfección del artista que se expresa más allá de sus pinceles, de su cincel, de su guitarra. «Nunca el toreo fue tan bello» tituló su crónica de aquel día Joaquín Vidal. De corinto y oro oficiaba Rafael el divino misterio del toreo como nunca antes (ni después) se ha podido comulgar. Entre el milagro y la herejía, entre el cielo y la tierra. «Rafael de Paula torea / con la izquierda al natural / lo mismo que Manuel Torre / cantaba la soleá». La visión de José Bergamín llevada a la más palpitante e inabarcable realidad. Tres décadas ya, y parece que no fue nunca. Tempus fugit...

Ese tiempo de reflexión que, aunque pueda parecer breve, en ocasiones resulta intenso. Así parece que está siendo el de la última despedida de Morante de la Puebla, allá por el mes de agosto. De la mano de Manolo Lozano, con sus 87 años de vitalidad, dice que volveremos a verlo a mediados de temporada, allá por junio. Bonito mes. Ojalá así sea, pues toreros como él hacen falta en la fiesta. Como Manzanares, igualmente apartado un tiempo por esa lesión de espalda que también le ha sumido en el silencio. Parece ser que volverá a pisar la arena en México, tan lejano y cercano siempre, con motivo del festejo especial para ayudar a los damnificados por las últimas catástrofes naturales sufridas en la patria de Quetzalcóatl. Será el 12 de diciembre, nada menos que junto a José Tomás, El Juli, Pablo Hermoso de Mendoza y cuatro toreros aztecas: los hermanos Adame, « El Payo» y Sergio Flores. Cartel especial para una ocasión más especial todavía.

El tiempo, sí, el tiempo. Ese que, en otras coordenadas de mayor actualidad y prosaísmo, se nos escapa a todos un poco ante esa necesaria y polémica prórroga a la actual empresa taurina de nuestra ciudad. Aquel pleno municipal septembrino en el que una abrumadora mayoría de concejales respaldaba la propuesta popular presentada por los aficionados fue mucho pero no fue nada. Fue mucho porque demostraba la minoría que ha afrentado abiertamente al toreo en Alicante, y una muestra así, tan democrática y mayoritaria, dice mucho de la situación real. Pero no fue nada porque, al fin y al cabo, la prórroga de marras debe ser refrendada administrativamente en la Junta de Gobierno, donde (miren ustedes por dónde) la minoría se convierte en mayoría por arte de Birlibirloque. Guanyar y Compromís siguen a la gresca con el PSOE por los asuntos judiciales en los que se ha visto metido hasta el cuello Gabriel Echávarri. Y el tiempo se va agotando para todos. Un nuevo pliego parece una necedad de cara a la programación de 2018. Y si finalmente Compromís accede a las negociaciones con los socialistas, habrá que ver a qué precio sale el acuerdo. El tiempo dirá. Dará y quitará razones. El tiempo siempre, el tiempo.

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