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Al azar

El autogobierno desde Madrid

Mariano Rajoy todavía no ha hablado con Carles Puigdemont, una gentileza mínima antes de despedirle. El «no» ganaría un referéndum en condiciones por la independencia de Cataluña. Bajo estas premisas, la aplicación del estado de «excepción», por utilizar el término a que recurre el Gobierno, obedece más a las urgencias por asfixia de populares y socialistas que a la restauración de términos tan vagos como la «convivencia», la «normalidad» o la «legalidad» en una de las regiones más significativas de Europa.La citada «normalidad» consiste en que gobiernen PP y PSOE, por este orden. De ahí que, con el pretexto de una crisis catalana a la que han contribuido en la medida de sus posibilidades, populares y socialistas liquidaran ayer el Estado de las autonomías en cuanto fuente de disgustos electorales. El ejemplarizante desmantelamiento de la Generalitat y demás instituciones autonómicas debe servir de escarmiento a las restantes comunidades casquivanas, pero sobre todo a los partidos insolentes que pretenden alterar el turnismo español.El autogobierno no es mala idea, piensa el siempre extenuado Rajoy, pero funciona mejor cuando se ejerce desde Madrid. El presidente del Gobierno viene actuando según este principio centralizador desde que recogía firmas en la Puerta del Sol, contra los catalanes y contra los homosexuales. Trasladar la voladura institucional registrada ayer a 1714 o a 1934 contribuye a las fantasías históricas que han propiciado el actual colapso. Es más sencillo ajustar el mapa actual de Cataluña a la situación previa al desembarco de Tarradellas, de la mano de Adolfo Suárez. Un brusco retroceso de cuatro décadas, vuelta a empezar.La Generalitat descabezada se sustenta en tres millones de electores. Ante la imposibilidad de gobernar Cataluña mediante los votos, Rajoy recurre a la imposición, siempre más sencilla de decretar que de ejecutar. La utilización por imperativo constitucional del Senado aporta una carga simbólica adicional. Es la única institución donde todavía campan a sus anchas PP y PSOE. De los siete miembros de la mesa senatorial, seis son populares o socialistas, muy lejos de la representatividad que ambos partidos acreditan en la España actual.PP y PSOE sustentan su autonomicidio en una mayoría parlamentaria que desprecian en Cataluña. En su ámbito de Gobierno, Puigdemont supera en legitimidad a Rajoy por quince puntos porcentuales, sin necesidad de remitirse a las movilizaciones continuas que ayer volvieron a inundar Barcelona. Es innecesario recordar que ni el presidente del Gobierno ni Pedro Sánchez pueden imaginar siquiera un respaldo semejante a sus personas.Rajoy lamentó apesadumbrado que se cercenaran los derechos de la oposición en el Parlament. Para solucionarlo, anula a la cámara entera en contra de un Estatut firmado por el Rey. Bienvenido sea el PP a la «legalidad», tras una dedicación intensa y provechosa a la corrupción.

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