Las imágenes de Galicia, Asturias y Portugal en fuego de la semana pasada han sido desafiantes. Como son desafiantes los actos y conductas de quienes se creen impunes ante la ley. Resulta evidente que no es posible que se produzcan más de 140 incendios extendidos en dos comunidades autónomas y en Portugal sin que se deba a la actuación de un grupo organizado que ha actuado no sabemos por qué ocultos fines o razones que se quedan en esa extraña mente del delincuente que solo los criminólogos o los psicólogos pueden detectar o descubrir y que se nos escapa. Porque se puede delinquir para obtener un enriquecimiento personal, y es esta la razón principal de quien infringe la norma. Pero también existe quien lo hace por causar un daño o por venganza.

En muchos casos se ha señalado que el objetivo de los incendios intencionados se centraba en razones urbanísticas, pero dado que desde las últimas reformas legales esos terrenos que han sido pasto de las llamas no pueden ser objeto de construcción o recalificaciones urbanísticas debe ahondarse en otros motivos, o razones, para poder adivinar qué puede pasar por la mente de aquellas personas que se han esforzado en poner en marcha un desastre natural de tamaña dimensión que ha causado un daño tan terrible en vidas humanas, en animales y en la geografía de dos de las zonas más bonitas de este país como son Galicia y Asturias.

Pero resulta complicado ponerse en la mente de quien actúa de esta manera, aunque en esta ocasión deben haber sido varias por los efectos del incendio en distintos lugares y zonas del país, porque por mucho que deseen llevar a cabo esos incendios, en algún momento se les tiene que haber pasado por la cabeza el riesgo de que su conducta vaya a causar la muerte de personas. Y no de una, sino de muchas, porque hemos visto imágenes del fuego entrando en pueblos enteros. Y las fuerzas y cuerpos de Seguridad del Estado han detectado globos de helio atados a bengalas, prueba evidente de que se trata de incendios provocados, con un dato demoledor de 173 personas detenidas por incendios provocados en lo que va de año.

Quien actúa de esa manera prevé el daño que su conducta va a causar en bienes y personas, pero le da igual. Asume lo que puede pasarle a muchas personas que pueden perder lo único que tienen, su vivienda, sus enseres personales, sus recuerdos, sus animales, -porque se trata en muchos casos de zonas rurales- y pese a ellos idean y orquestan su propósito criminal y lo llevan a cabo de forma organizada y casi profesional.

Quizás, ante este tipo de hechos deba insistirse en potenciar la implantación de aparatos de videograbación, porque estos sistemas han permitido en otros casos averiguar qué había ocurrido. Y en un estado de la situación como el que ahora tenemos en el que parece que todo vale, en el que da igual que infrinjas la ley si entiendes que tus razones son más poderosas que la de otras personas, y que para conseguir tu objetivo eres capaz de sacrificar vidas, de hacer que las personas pierdan sus propiedades, es preciso potenciar y extremas las medidas de prevención, de control y vigilancia. Porque las de prevención consisten en evitar que estos hechos pasen y en ellas también debemos incluir las de vigilancia para actuar más rápidamente y detectar quien puede estar atentando contra personas y bienes.

Por otro lado, existen personas contra las que no podemos hacer otra cosa que combatir con el imperio de la ley y que no darán su brazo a torcer de ninguna manera y en ningún contexto. Porque se amparan en su conducta aunque sea ilegal y la defienden frente a todos los argumentos y frente a todo lo que el Estado y la sociedad puedan hacer para evitar que estos hechos se sucedan.

No se trata en estos casos de incrementar las penas, porque el texto penal ya sanciona con dureza el delito de incendio con sanción de 10 a 20 años de prisión para estos casos, y más si además han causado la muerte de alguna, como aquí ha ocurrido en el que varias familias se han quedado sin uno de sus miembros. Pero ni a estos ni a los que han perdidos sus casas, sus terrenos, sus animales y lo que era toda su vida, su pueblo, su lugar de convivencia con sus amigos, les puedes hablar de razones o de por qué ocurre todo esto. No lo entienden ellos ni nosotros. A quien actúa salvajemente contra los derechos de los demás no se le puede entender, pero sí se le puede hacer frente con la ley, que es lo que sabe utilizar el Estado de Derecho y los que pertenecen a él frente a quien no quieren estar en él ni con él.