Si tuviera que resumir todo el legado de la cultura clásica en un solo elemento, diría que éste fue sin duda alguna el valor corrosivo de la duda. Éste genera la crítica como principio fundamental de relación con el mundo en su acepción etimológica de capacidad de discernir, de juzgar e interpretar. La crítica es un fundamento democrático, porque la duda nos permite avanzar, buscando nuevas certezas que generan nuevas incertidumbres, frente a las dictaduras, donde no hay más verdad que la impuesta y la crítica se considera disidencia. Si basamos la crítica o parte de ella en un dato, es evidente que, si el dato no es cierto, la crítica no es justa por muy próxima a la verdad que ésta resulte. El pasado miércoles hablé de dos diputados, los únicos, que no tenían registradas tramitaciones parlamentarias propias en su ficha personal, la portavoz adjunta de Compromís en las Cortes Valencianas y concejal de Turismo del Ayuntamiento de Elche, y el conservador José Salas. Sin embargo, accediendo a través de otra modalidad, en este caso aparecen 169 iniciativas parlamentarias adscritas a la primera y 143 al segundo. Esto me causa gran pesar porque no fui justo, aunque no lo fuera intencionadamente. Es, por tanto, una buena oportunidad para tratar el tema con la profundidad que me merece, siempre, eso sí, dentro de los límites físicos e intelectuales de una sencilla columna y de un humilde profesor de Secundaria.

Mi intención era llamar la atención sobre la responsabilidades de nuestros representantes en les Corts, la necesidad de rendir cuentas de la actividad parlamentaria y de cómo estos canalizan y visibilizan las necesidades de nuestra ciudad en València. De hecho, la semana pasada, precisamente, Joan Antoni Oltra escribía en este diario sobre el poco interés que en València despertaba nuestra ciudad a propósito de la aprobación del borrador de la nueva Ley del Palmeral.

¿Quiénes tienen que trasladar las iniciativas sino nuestros representantes? De todas las iniciativas, ocho del popular Salas y dos de Mireia Mollà abordan temas que parten directa y sustancialmente de Elche. En este segundo caso, fueron dos solicitudes de documentación en enero de 2016 sobre el picudo rojo. Como señalé, entiendo que la vida parlamentaria debe de ser muy compleja y que la portavoz adjunta de Compromís tampoco representa a todo el partido. Contamos, también, con otra diputada de este grupo, Marian Campello, con más de doscientas cincuenta iniciativas, de las que siete parten de una cuestión relativa a nuestra ciudad, en su mayoría relacionadas con los expedientes e informes de los baños árabes junto al Mercado Central. En cualquier caso, creo que la transparencia debe consistir en la conducta de todo político que busca intencionadamente dar explicaciones y argumentar sus acciones parlamentarias como parte del ejercicio de sus responsabilidades.

Volviendo al mundo clásico, de mis traducciones de los historiadores griegos Jenofonte y Tucídides descubrí un verbo que no tiene derivación etimológica al castellano, ni a través del latín, pero que en ocasiones se puede traducir por otra forma verbal castellana que guardo entre mis favoritas: arrostrar. Significa literalmente poner la cara, ir de frente ante los problemas, es decir, bajar a la arena y combatir cara a cara.

Y aquí está en mi opinión el otro punto de la cuestión que traté: las responsabilidades del partido de Mireia Mollà en Elche. ¿Está arrostrando Compromís sus responsabilidades de gobierno en nuestra ciudad? Muchos votamos esta opción porque esperábamos el arrojo y la audacia de la que carecía el PSOE ilicitano y pensamos que a la manera valenciana su llegada a las instituciones se traduciría en una mejora significativa y sustancial hacia un modelo de ciudad más sostenible. ¿Ha mejorado la movilidad en Elche? ¿En qué puntos ha mejorado la calidad de vida en nuestra ciudad? ¿Existe mayor transparencia y mayor participación ciudadana? ¿Alguien sabe qué modelo de ciudad estamos persiguiendo? Desde mi punto de vista, el caso del Mercado Central es el paradigma aunque no el único caso: una retórica no sustentada por los hechos. Esto es, claro está, una consecuencia de la situación interna de la coalición. Como si fuera un iceberg, solo vemos una pequeña parte de los partidos políticos, porque lo que sustenta la parte visible está siempre bajo las aguas, más o menos turbias en este caso. Esto me lleva a cuestionarme la actualidad y validez de la coalición que conforma Compromís per Elx y quizá explique la poca presencia de Marian Campello. Como las próximas elecciones terminen en un debacle, se conjugarán las circunstancias propicias para una catarsis interna colectiva de inciertos resultados. Tampoco tiene por qué ocurrir, la verdad, aunque trabajan para ello con ahínco. ¿Cuáles son a mi parecer estas circunstancias? La aparición en escena de Podemos, la desaparición del Bloc ?diluido ahora, por utilizar un eufemismo-, el efecto cortijo, el síndrome de Estocolmo y la pérdida de credibilidad para defender un proyecto político diferenciado de los partidos tradicionales. Lo digo con profunda tristeza y esperando que no sea así.

Sin cambiar de tema, propongo que las instituciones públicas elaboren un plan de urgencia para articular un programa que trate la alarmante adicción de nuestros políticos a las redes sociales. A estas alturas, vendo mi voto tan barato que estoy dispuesto a votar a aquél que se deje el circo mediático de las redes sociales y vuelva a arrostrar los problemas en la arena política, defendiendo no la utopía sino simplemente su programa electoral.