Resulta muy curioso que en el metro de Tokio nadie empuja, nadie grita. Tampoco hay papeleras en las calles; los ciudadanos conservan su propia basura hasta llegar a casa. Pese a ello, las aceras están completamente limpias. De igual modo, en los restaurantes no acostumbran a proveer bolsas para que los comensales puedan llevarse el plato que no se terminaron. Lo consideran peligroso para la salud. En 2015 sólo se presentaron siete casos de homicidios por armas de fuego, por lo que el cuerpo de policía no tiene mucho trabajo. Se dedica mayormente a asesorar y orientar a quienes lo requieren. No emplean detectores a la salida de las tiendas puesto que nadie comete robos; de hecho, es uno de los países más seguros que existen. Y no es que los japoneses sean tan cívicos porque teman a las consecuencias de una infracción, sino porque han sido educados con esmero. Probablemente la educación es la única herramienta práctica para lograr un estado seguro, cuyos habitantes desarrollen una convivencia amable y unas prácticas biosostenibles. De lo que se deduce que, también podrían usarse interferencias en los procesos educativos para desestabilizar las sociedades. Precisamente hoy vamos a centrarnos en una de esas posibles interferencias. Según Iñaki Redín Eslava, biólogo de 53 años, máster en Biotecnología Avanzada por la Universidad Autónoma de Barcelona y, actualmente, profesor en el Instituto de Enseñanza Secundaria Barañain, se están empleando drogas para regular la educación de algunos niños. Según afirma en su libro Educar sin drogas, «están recetando speed a niños y niñas». Efectivamente, más de 4.000 niños y niñas en Navarra han sido diagnosticados con Trastorno de Déficit de Atención, y el tratamiento para este trastorno es el metilfenidato, más conocido como speed, la cocaína de los pobres. Por si esto fuera poco, tengamos en cuenta que el speed es un excitante, es decir, una sustancia que aumenta la ansiedad. En palabras de Redín, lo que hacen es romperle el ciclo de vigilia-sueño. El menor pasa a tener un sueño de mala calidad y a estar casi siempre medio dormido o en estado de alerta. Como consecuencia, aumentan sus dificultades de comprensión en el aula. «Al cabo de un tiempo, no puede mantener la atención, disminuye la comprensión lectora... y el trastorno se materializa de verdad». La alternativa que propone Redín es mejorar la educación aumentando el número de docentes, reduciendo la cantidad de alumnos por clase y facilitando la diversificación curricular para las personas con distintas capacidades. Construyamos una educación de calidad. Es el único camino hacia un futuro mejor.