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No todo puede quedar en vodevil

En el conflicto catalán venimos asistiendo a un juego de poderes entre la astucia y la tibieza que sólo el buen humor permite soportar. Únicamente han estado a la altura de un Estado regido por el imperio de la Ley los tribunales de justicia y las fuerzas de seguridad a sus órdenes. Lo saben de sobra quienes urdieron la última e ingeniosa treta el 10-O buscando sortear el Código Penal.

Bien, admitamos que, para evitar males mayores, y con 155 o no, en el plano político haya que negociar, al menos bajo la mesa; pero los tribunales deben actuar sin cortapisa, con su clásico gesto adusto, porque en algún punto debe residenciarse la confianza de la sociedad. Los responsables de este destructivo y estúpido pulso deberán responder ante la Justicia, incluida la cúpula de los Mossos si se demuestra que ha sido parte de una conjura. La lealtad a la ley del que lleva armas en la mano nunca puede tomarse a risa.

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