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Independencia sí pero un poco

ampoco es que sea un pesimista sino un optimista con cierta información. Siempre que hay banderas en la calle pasa algo. A alguno le parten la boca o le revientan un ojo o se monta un Lepanto de tres pares de turmas

A mí las banderas me acojonan y me dan grima a partes iguales y estos días pasados el solar patrio ha sido una o varias gigantescas banderas ondeando al aire de la confusión, el despropósito y la opereta bufa. No les tengo miedo por capricho, lo que pasa es que reviso de vez en cuando la historia. Tampoco es que sea un pesimista sino un optimista con cierta información. Siempre que hay banderas en la calle pasa algo. A alguno le parten la boca o le revientan un ojo o se monta un Lepanto de tres pares de turmas. Mira que somos burros, caramba. Tenemos a tiro piedra en el espacio y en el tiempo el sindiós de los Balcanes. Cientos de miles de muertos y millones de desplazados. Empezaron también sacando banderitas por la calle y acabaron o bajo tierra o sobre una aparatosa miseria. ¡Toma banderas! Cuando el sentimiento patriotero prende la mecha, se acaba la razón y el diálogo y empieza la fuerza bruta, que vence pero no convence. Esta ingeniosa y medio cacofónica frase la pronunció Unamuno hace casi cien años pero a ver quién es el que puede meterle a Unamuno, a Valle Inclán, a Ortega, a todos los grandes advertidores en la cabeza a esos salvajes que le patearon la cara a una chica en Valencia o a esa policía con patente de corso gubernamental y con orden de dar hasta cansarse.

Sí, se empieza sacando banderas y se acaba votando a Hitler y mirando para otro lado cuando se ejecuta la solución final, se empieza sacando banderas y se acaba pegando tiros en una guerra absurda como todas las guerras, o cantando el cara al sol a grito pelado, se empieza sacando banderas y se acaba llorando ante un ataúd con los restos de un dictador. No nos entra en la cabeza que el sentimiento patrio, así a lo bestia y fanatizado está medido y orquestado. Que la puta banderita es el hilo que tira de nuestro cuerpo de títere, que siempre que ha habido ríos revueltos ha habido ganancia de los pescadores leviatanes sin escrúpulos que los manejan. Yo es que como soy de pueblo y un poco lerdo me gustaría que alguien me explicase qué es eso de «sentirse» catalán o español porque no lo pillo. El hecho de haber nacido en determinado lugar, ya lo he dejado dicho en otras ocasiones, es algo casual y siempre ha dependido del grado de fogosidad de los padres de cada cual, situaciones éstas tan anodinas que no merecen mover por ellas ni un solo músculo. A mí la tierra, lo que es la tierra, me parece igual en todos los sitios y la gente también. Mi patria le viene a ser a ustedes el sitio donde se me permite comer de caliente al menos dos veces al día. Lo demás son ínfulas y ganas de marear más de lo preciso.

Querido manifestante abanderado, no te lo tomes a mal pero cada vez que sales a la calle lleno de fervor, ahíto de patriotismo, a vociferar y a ondear una bandera estás contribuyendo a tapar las vergüenzas de los que te roban, te ningunean, te esquilman, te aniquilan y fuerzan a que metas la cabeza en un cubo de basura. También los que permiten contratos de mierda, los que acaban con la hucha de las pensiones, los que quieren salir por pies para hacerse una justicia a su medida, los que no tienen ni puta idea de lo que es salir todos los días a buscarse el pan honestamente, los que te comen a impuestos, los que te recortan e insultan tu inteligencia. A todos estos sinvergüenzas les estás echando una mano y no te das cuenta porque ya se encargan ellos de que la patria, esa entelequia, te ciegue. Siempre ha sido así y siempre será así.

Y para terminar la opereta bufa de la que hablo al principio, sale a escena uno de los responsables de que usted, señor manifestante abanderado, esté henchido de amor por su tierra, y proclama la independencia para «desproclamarla» ocho segundos después en un malabarismo sin precedentes. ¿Usted se vio en fotos la cara que se le quedó y a dónde se le bajó su ardor patriótico ante semejante astracanada?

Señor Puigdemont, para este viaje le sobraban alforjas y alguna que otra hostia desproporcionada. Señor Puigdemont, ¡que no se puede estar un poco embarazado, hombre de Dios!

Que tenga usted un buen parto y ya sabe: «la jodienda no tiene enmienda».

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