Desde el año 1965, la Fundación Foessa (Fomento de Estudios Sociales y Sociología Aplicada), de la mano de Cáritas, viene trabajando para conocer en profundidad la situación social en España, mostrando un particular interés sobre los procesos de pobreza y exclusión en nuestra sociedad. Todo ello se ha venido haciendo mediante investigaciones solventes, diseñando metodologías específicas de análisis y contando con prestigiosos investigadores y académicos. Hasta el punto que los informes Foessa se han convertido en una referencia fundamental para todos los que nos dedicamos a trabajar en el conocimiento de la realidad social y los procesos de empobrecimiento, exclusión y desigualdad, desde ámbitos y ópticas muy distintas.

Dedicar esfuerzos, recursos y energías a radiografiar las grietas de nuestra sociedad, llamando la atención sobre personas y sectores desprotegidos, vulnerables y en situación de exclusión, merece el máximo reconocimiento. Hacerlo de manera continuada desde hace más de medio siglo, en momentos históricos y políticos nada cómodos y con gobiernos distintos, sin ceder a las presiones, cuando los valores que se han impuesto no pasan, precisamente, por dar importancia a los problemas sobre los que los informes Foessa llaman la atención, tiene un mérito añadido al trabajo de esta fundación y de Cáritas, que en ocasiones no ha sido del agrado de quien gobernaba. Recordemos, sin ir más lejos, cómo en el año 2014, el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, expresó públicamente su desagrado con Cáritas por los datos contenidos en su informe sobre la situación social de España de aquel año, en pleno epicentro de la crisis y de las políticas de recorte aplicadas por el Gobierno del PP. Y todo porque el informe decía lo mismo que recogían otras instituciones como la Oficina Europea de Estadística, Eurostat, es decir, que España era el segundo país europeo con mayor índice de pobreza infantil, solo superado por Rumanía.

Acaba de publicarse el informe Foessa 2017, dedicado a las estrategias familiares ante la desprotección social, un tema muy relevante porque analiza tanto las respuestas que han desplegado los hogares para hacer frente a los duros años de crisis que hemos atravesado en la última década, como a su situación actual, ahora que tanto se habla de recuperación económica.

Las conclusiones del estudio son determinantes, al señalar que, a pesar de que se ha dado por terminada la mayor crisis económica y social que ha vivido España en las últimas décadas, la recuperación no ha llegado al 70% de las familias españolas que han quedado instaladas en la precariedad y la estrechez en las que viven de forma habitual. Precisamente, para Cáritas y la Fundación Foessa, los hogares que menos están viviendo los efectos de la tan cacareada recuperación son precisamente los que más sufrieron los efectos de la gran recesión y las políticas de recorte que se aplicaron. De hecho, el 60% de los hogares en España sobreviven sin tener ahorros y sin capacidad para ello o con muy pocas posibilidades de hacerlo, de manera que su capacidad para hacer frente a situaciones imprevistas o adversas es prácticamente nula. Al mismo tiempo, en el 40% de los hogares han empeorado también sus posibilidades para hacer frente a gastos y necesidades de salud no cubiertas por la Seguridad Social, para dar refuerzos educativos o actividades extraescolares a sus hijos o para afrontar los gastos de consumo energéticos o suministros básicos.

Es ahora, cuando tanto se repite la palabra recuperación y se insiste en la aparente mejora de nuestra economía, cuando cobra especial importancia tomar conciencia del paisaje social que tenemos, en la medida en que se puede cronificar una gigantesca precariedad con la que conviven diariamente un número muy importante de familias en toda España. De hecho, podemos empezar a hablar de «empobrecimiento de la pobreza», procesos de extensión horizontal y vertical de condiciones de precariedad extrema que se hacen más intensos, más perdurables, más amplios y más incrustados en nuestra sociedad. Hablamos de familias que han vivido con dolor y sufrimiento los años de crisis, desempleo, recortes y ausencia de programas de ayuda, que tuvieron que echar mano hasta agotar sus ahorros y los de sus familiares cercanos para salir adelante, teniendo en ocasiones como único recurso el asistencialismo compasivo y la caridad, que ahora sobreviven instalados en una precariedad, inestabilidad y vulnerabilidad permanente que se ofrece como el precio para que la economía crezca y las empresas obtengan cuantiosos beneficios, envuelto en esos conceptos tan escurridizos como interesados como son la productividad y la competitividad.

Por ello es tan importante romper con el olvido y la invisibilidad a la que aparecen abocadas todas estas familias, de las que los poderes públicos hablan como algo ya natural, como algo a lo que nos tenemos que resignar. La tasa de riesgo de pobreza es más alta que en 2008, la tasa de paro es el doble que entonces y la tasa de paro de muy larga duración (los olvidados) triplica la que había en el inicio de la crisis. Me temo que no es solo Cataluña de lo que deben de preocuparse nuestros políticos, ni mucho menos.