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Juan R. Gil

Cuestión de orden (público)

En medio del clima de insultos permanentes en que se han instalado Echávarri y Pavón, nadie podría entender que se llegara al próximo pleno municipal como si aquí no pasara nada

Rodeado de guardias civiles, el alcalde de Alicante lanzó su último ataque contra su socio de gobierno, Guanyar, el pasado jueves, acusándole en un acto público de acudir a manifestaciones «ilegales» en apoyo del independentismo catalán. No se sabe si el escenario conformaba una gigantesca metáfora o era una premonición, porque lo que ocurre en este ayuntamiento, además de estar fuera de toda lógica, lleva camino de convertirse en una cuestión de orden público. Observen la última semana. Miguel Ángel Pavón, vicealcalde de Alicante y líder de la marca blanca de Esquerra Unida en la ciudad, ha considerado «indecente» que un político investigado como Echávarri representara a los alicantinos en el acto del 9 d'Octubre o en la inauguración de la presente edición de la Volvo Ocean Race. Más allá, le ha comparado con Sonia Castedo, lo que es sin duda la cornada más grande que entre socios de este tripartito se pueden dar por su carácter simbólico: Compromís, pero sobre todo el PSOE y Guanyar, y concretamente dentro de ellos Echávarri y Pavón, basaron su campaña electoral en la satanización de Castedo, encarnación de lo peor que en política podía existir. No se nos olvide que Echávarri llegó a pedir públicamente que fuera encarcelada ni que concejales que hoy se sientan en el pleno municipal como miembros de Guanyar participaron en escraches contra la exregidora. Así que, que ahora el uno le llame al otro Castedo es, en su concepción de la historia última de Alicante, la mayor ofensa que pueden hacerse entre ellos.

Por su parte, el alcalde no ha perdido ni una sola oportunidad, en una semana poblada de intervenciones públicas, para denigrar a Guanyar, tratándolos de antisistema, calificándolos de paleolíticos y acusándolos de ser los únicos responsables de la parálisis que sufre el Ayuntamiento. Lo ha hecho en actos «de ciudad» en los que tomaba la palabra como representante de ésta, lo que supone una deslealtad no con su socio, sino con los vecinos, porque al final la imagen que se perjudica es la de Alicante, destino socavado como tal por su primera autoridad nada menos que en la inauguración de un acto de relieve mundial como debería ser la salida de la Volvo. Por tanto, siguiendo la escalada del conflicto, dado que en el terreno de las declaraciones y en el de la irresponsabilidad institucional es difícil llegar a más, sólo cabe pedir que no tengamos que soportar en un pleno o en una junta de gobierno el espectáculo lamentable de que la Policía Local tenga que actuar como fuerza de interposición antes de que lleguen a las manos. ¿Exagerado? Ojalá que sólo sea eso: una exageración de este texto.

Es imposible ya que este Ejecutivo, en su actual composición, continúe. Hace tiempo que de facto dejó de ser nada que se parezca, ni siquiera remotamente, a un gobierno. Por mucho que quieran Ximo Puig o Mónica Oltra, la «refundación» del pacto que puso al tripartito al mando del Ayuntamiento de Alicante no es más que una palabra vacía, sin contenido. No es que los compromisos que se acordaron en ese pacto, fueran buenos o malos, se hayan incumplido. Son los protagonistas de ejecutarlos los que no se soportan de una forma visceral. Echávarri quiere echar a Pavón desde el mismo día en que tomaron posesión, de la misma manera que Pavón no ha reconocido jamás ninguna autoridad a Echávarri, mucho menos moral.

La tercera pata de ese banco, Compromís, celebrará asamblea este martes. En el orden del día, dos puntos relevantes: uno, la creación de una presidencia que no tendrá capacidad ejecutiva ni voto, y que ocupará el conseller Manuel Alcaraz, mientras que Natxo Bellido se mantendrá en la secretaría general, que es la que dirige la formación; y dos, la ratificación de la decisión de la ejecutiva de abandonar el gobierno municipal si Echávarri no deja la Alcaldía tras haber sido imputado por el presunto fraccionamiento de contratos del área de Comercio, que él personalmente controlaba.

El nombramiento de Alcaraz como presidente no tiene precedentes: esa figura no existe en ningún otro nivel de la coalición. Pero aunque sea un título honorífico (de hecho, Alcaraz ya formaba parte de la ejecutiva como miembro nato por ser conseller) tiene un valor político indudable: de un lado, trata de poner coto a las especulaciones sobre un supuesto enfrentamiento entre él y Bellido para liderar la candidatura municipal en 2019. Aunque la política es cambiante, tal disputa hoy por hoy no existe y la complicidad entre Alcaraz y Bellido, con este último como líder local, sigue siendo total; de otro, el nombramiento también envía un mensaje hacia la cúpula autonómica de Compromís. En Alicante, la ejecutiva de la coalición (y a partir del martes, salvo sorpresas, la asamblea mayoritariamente) no quiere seguir en el gobierno municipal si no sale de él Echávarri y, por tanto, una presión en sentido contrario desde Valencia, alegando que el PSOE y Compromís tienen acuerdos autonómicos más importantes que lo que ocurra en el sur, lo que haría sería abrir una crisis de incierto final en la propia coalición.

La dimisión de Echávarri ha sido pedida por toda la izquierda. No sólo por Compromís y Guanyar, también Podemos la ha exigido. Como ya se ha dicho, Compromís celebra su asamblea este martes, pero para el viernes la tiene convocada Esquerra Unida, dirigida ahora por José Luis Romero, alguien que antes de dedicarse a la abogacía fue uno de los mejores concejales que ha tenido el Ayuntamiento de Alicante y desde esa experiencia sabe que el grado de desquicie al que se ha llegado ya no tiene justificación. Y para la semana siguiente está prevista la de Guanyar, donde tiene todavía voz Podemos, que no está en el gobierno municipal (no quiso presentar lista propia y la única edil de su movimiento que logró plaza es hoy una tránsfuga), pero sí es socio del Pacto del Botánico que sostiene al Consell. Dado como han evolucionado las cosas, aquí ya no caben dontancredismos. Pavón no puede declarar sentirse avergonzado de que Echávarri sea alcalde y no irse a renglón seguido del gobierno, porque entonces cara a los ciudadanos Guanyar estaría cometiendo una aberración igual o mayor que la que critica. Echávarri no puede insultar a sus socios y seguir compartiendo con ellos junta de gobierno, porque la incoherencia es de tal punto que sería cosa de psiquiatras, y no de politólogos, el estudiarla. Compromís, cuya mayor virtud ha sido la sensatez pero su falta de firmeza ha sido lo que más ha erosionado su imagen, no puede ahora dar marcha atrás en su decisión de irse de un ejecutivo que no funciona si quien lo lidera no renuncia y permite una regeneración absoluta. Y Podemos, si quiere ser una fuerza que de verdad cuente, no puede quedarse en un comunicado teniendo en su mano contribuir, desde su posición en Valencia, a encontrar soluciones para Alicante. El PSOE, al que todos interpelan, se ha mostrado hasta hoy incapaz de mover ficha, pero en medio de este clima, nadie podría entender que el último jueves de este mes, el pleno municipal se reúna sin que antes haya pasado nada o, por mejor decir, como si aquí no pasara nada. Así que cuanto más tarden en asumir que el callejón en el que están sólo tiene una salida, peor para todos.

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