Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Luis Muñiz

Comunidad de intereses

El idilio de conveniencia de Rajoy y Sánchez por la crisis catalana

Los últimos mensajes de Sánchez a propósito de la crisis catalana no hacen sino confirmar su acercamiento a Rajoy. O el de Rajoy a él, pues se necesitan mutuamente. El líder del PSOE despachó el viernes una carta a la militancia cuyo lema, en resumen, era: "Ante cualquier amenaza, del lado del Estado". Y ayer, asumido ya que la aplicación del 155 no depende del ánimo represor del jefe del Ejecutivo, sino de lo que Puigdemont conteste mañana, remató su conversión demandando unas elecciones que permitan "alumbrar una mayoría diferente y transversal en Cataluña".

¿De qué mayoría está hablando? Pues espero que de una que llame a Ciudadanos, el PSC y el PP catalán a hacer frente común para impedir que los independentistas vuelvan a controlar el Parlament. Anhelo con el que, además, se suma a la petición de Rivera de que la aplicación del 155 sirva, entre otras cosas, para forzar unos nuevos comicios anticipados en aquel sufrido territorio. Rivera, que es quien anda más escocido en las últimas semanas, y precisamente porque Sánchez se está llevando al huerto a su aliado natural, dejándole a él de visible pareja reconcomida.

El miércoles fue día de fiesta en Ferraz. Rajoy aceptó de una tacada que el PP tome parte "activa" en la subcomisión propuesta por el PSOE para modernizar el Estado autonómico y, encima, que seis meses después comience a estudiarse una reforma de la Constitución. Aún no se sabe si se trata de la relectura en clave federal por la que suspiran los socialistas desde la Declaración de Granada (2013), pero, dado el momento empático que viven ambos partidos, y la hondura y calidad del desafío que se plantea en Barcelona, tampoco importa (ahora mismo) demasiado.

A Sánchez estos compromisos de Rajoy le vienen que ni pintiparados, porque puede vender a los siempre inquietos barones, derrotados por todo lo alto en las primarias socialistas de mayo, que es por fin el hombre de Estado que le exigen que sea, como corresponde al líder de un partido con vocación (y perentoria necesidad) de volver a gobernar el país. Ahora ya no se trata de retorcerle el brazo para que acceda a investir a un presidente bajo sospecha de corrupción, o de que respalde sus previsiones económicas, sino de que se erija en líder de la izquierda posibilista y se aleje de las posiciones disruptivas de Podemos para con el régimen del 78.

Resumiendo y remedando: reforma, no ruptura.

De todo ello hay que buscar la razón fundada en el líder del PSC, Miquel Iceta, el Pepito Grillo de Sánchez. Iceta alabó el miércoles la mesura con que Rajoy arrancó la aplicación del 155. La aquiescencia del Presidente para con la propuesta de reforma constitucional del PSOE llegó después. Y ayer el socialista catalán dijo que apoyará la aplicación del dichoso precepto si Puigdemont (¡Dios no lo quiera!) contesta mañana que sí declaró la independencia.

Incluso Iglesias, en la relajada sesión de ese mismo miércoles en el Congreso, tuvo el gesto de agradecerle "el tono" a Rajoy, y cariñosamente le recomendó que ponga tierra de por medio con Rivera, al que motejó de "principal operador político de Aznar". Iglesias, que de consolidarse el idilio de conveniencia Rajoy-Sánchez (con Rivera yendo a rastras porque no le queda otra), acabará quejándose de que le dejan del otro lado de la muralla, empotrado en el ejército de los asediantes.

Pero eso le pasa por jugar más de lo que debía con el concepto de "movilización", y cargar con grumos las tintas de sus denuestos a la intervención policial del 1-O. También lo hizo su amiga Colau, pero las perspectivas políticas de la alcaldesa de Barcelona son ligeramente más halagüeñas que las de Iglesias. Ella trabaja para ser presidenta de la Generalitat, mientras que el líder de Podemos aún tiene que convencer a Sánchez de que respalde una moción de censura contra Rajoy. Y de que cambie de pareja.

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats