El Hércules lleva toda una trayectoria con Enrique Ortiz a la cabeza, incluidos estos últimos cuatro años en los que ha delegado la gestión diaria, conviviendo con un cúmulo de despropósitos que les están poniendo al borde del precipicio, al borde del caos, al borde incluso de la desaparición como entidad. Son continuas las declaraciones y actuaciones faltas de razón, carentes de sentido y vacías de utilidad o provecho, incovenientes y perjudiciales para el club, sus aspiraciones y proyectos. Esta constante de los dirigentes herculanos, se ha hecho visible en la ultima extravagancia que produce jocosidad si no fuera por lo que nos estamos jugando en el envite.

No es serio, no puede aducirse nada a favor del actual presidente del Hércules, cuando revienta el proceso de adjudicación de la subasta accionarial por negarse a pagar unos gastos que iban incluidos en las bases reguladoras, apartado 14, de la subasta convocada por IVF. Si un presidente de una sociedad deportiva, o sus asesores legales, si un empresario de éxito de patrimonio solvente, no lee y luego protesta airadamente, que dios nos coja confesados.

Pero este último y escabroso despropósito en el apartado institucional, que rebosa el vaso de la paciencia de los aficionados, se acompaña por los deportivos, que por desgracia no le van a la zaga. Vivimos en una auténtica zozobra, sin saber muy bien dónde vamos, en un club bicéfalo que viene arrastrándose por la categoría de bronce del balompié patrio. Los constantes cambios de proyectos, que no llegan a cuajar más allá de la primera vuelta, ponen de manifiesto una nefasta política deportiva que si el pasado año se vio claramente con los fichajes absurdos de la veda del mes de enero, y el intrusismo de dirigentes en esta parcela que trajeron al club a jugadores como Omgba como si fuera otro Pogba, en este ejercicio las carencias de sabiduría y experiencia en la dirección deportiva y técnica del Hércules, en manos de un Portillo que poco bagaje tiene, más alla de ser yerno de Ortiz, nos están conduciendo sin remisión a una situación irreversible que solamente con ocho jornadas jugadas, prácticamente nos deja fuera de la lucha por el liderazgo, y nos pone muy cuesta arriba la posibilidad de alcanzar al final del campeonato la cuarta posición en la tabla.

La última derrota en la ciudad de la cerámica pone de manifiesto lo anteriormente relatado. Ante un filial, el Villarreal B, que nos viene pintando la cara año tras año, tanto fue el cántaro a la fuente en el segundo período que al final, como viene ocurriendo con una regularidad pasmosa en lo que se dio en llamar en su día «zona cesarini» y que la pasada temporada paso a ser «momento Ramos», volvimos a encajar un gol in extremis, que supuso la tercera derrota en lo que llevamos de liga regular. Un despropósito si además contamos con únicamente dos victorias.

Por lo visto en el terreno de juego, somos sin duda un equipo vulgar, de mitad de la tabla, que con algo de suerte y errores de los rivales, podríamos optar al cuarto puesto. Vivimos siempre en la esperanza de conseguir lo que con objetividad es inalcanzable con los actores que rigen los destinos del club, y con los que en el césped visten la camiseta blanquiazul. Ni dan la talla unos ni dan la talla los otros. Que no nos engañen. Todo lo positivo, todo lo bueno, queda en una dimensión onírica.

Y como soñar es libre, dejemos nuestra imaginación volar, y sin la objetividad necesaria pensemos en llegar al partido contra el Mallorca en Palma con nueve puntos más de los que tenemos, fruto de tres partidos contra equipos más que asequibles: Perelada, Formentera y Santa Eulalia. De lo contrario, caída libre.