El 9 d'Octubre es un buen momento para hacer balance no sólo del estado de la Comunidad, sino también del peso de Elche dentro de ésta y de preguntarnos si los intereses de nuestra ciudad están justa y proporcionadamente representados en las Corts. Para ello, obviamente habría que preguntar, en primer lugar, a nuestros diputados autonómicos que, aunque no sólo, son en muy buena parte los responsables principales de trasladar y hacer visible en València las necesidades y las cuestiones que nos preocupan.

Comentamos hace ya tiempo el déficit que Elche padece de representación en las instituciones nacionales y en las aparatos de las organizaciones políticas que, como consecuencia, convertían nuestra ciudad y sus intereses en transparentes. Existen, pero nadie los ve.

En la actualidad, la ciudad cuenta con seis diputados directamente vinculados a la política local en las Cortes Valencianas de un total de treinta y cinco circunscritos en toda la provincia de Alicante. Evidentemente, no se trata de una cuestión de cantidad, aunque también, sino de calidad. Es decir, de la naturaleza del trabajo que realizan en las Cortes.

La diputada con mayor proyección valenciana es, sin duda, Mireia Mollà, portavoz adjunta del grupo parlamentario Compromís. En numerosas ocasiones, se le ha acusado desde la oposición de estar pensando más en València que en Elche; pero debo decirles que no es así. Ni en Elche, ni en València. Podríamos inaugurar, de hecho, una sección emulando el programa de Ana Pastor que se llamara Maldita Transparencia. En la web de las Cortes se hace público el registro de las sesiones, así como las iniciativas parlamentarias. Según dice la web oficial, no se le conocen iniciativas propias en las Cortes. No pretendo decir nada más que lo leo, porque soy consciente de que la actividad política en la sede parlamentaria valenciana debe de ser harto compleja y dinámica más allá de los trámites etiquetados como iniciativas parlamentarias. Por cierto, dentro de este grupo entran: solicitud de documentación, preguntas escritas y orales, solicitud de comparecencias, interpelaciones, proposiciones no de ley, etc. Podríamos pensar que, al tratarse del mismo partido del Gobierno, la actividad fuera más humilde. Pero, ¿ninguna? No sé, no sé. En este sentido, la socialista Toñi Serna tiene registradas más de doscientas y también están en el Gobierno. La portavoz adjunta de Compromís no es la única. Es vedad. Tampoco el diputado conservador del Partido Popular, José Salas, tiene ninguna iniciativa parlamentaria registrada. Son los únicos, eso sí, de este grupo de ilicitanos, aunque, como decía, no se trata de cantidad sino de calidad. De entre todos, destaca el popular Juan de Dios Navarro, que tiene registradas más de seis mil iniciativas. La mayoría son solicitudes de documentación. Menos mal que la información que solicita es en formato digital, sino habría causado una desgracia ecológica. Hay que reconocerle que, como decía mi abuela, vale igual para un roto que para un descosido. Igual se preocupa de la plaga de paysandisia o el picudo rojo que pregunta por las plazas de profesores de religión sin cubrir o solicita una copia del proyecto lingüístico de todos y cada uno de los centros de Educación Primaria y Secundaria de Elche. Dicho de otro modo, no nos fijemos en el número, sino en la calidad y en la naturaleza de las mismas. En resumen, los problemas de los ilicitanos aparecen más bien poco en València.

Como saben, este diario publicó el pasado lunes un sondeo realizado a finales de septiembre sobre la intención de voto en la Comunitat. Éste indicaba -con todas las precauciones habidas y por haber en estos casos- una ligera recuperación del bipartidismo PP y PSOE, y una caída de tres escaños respectivamente para Compromís y Podemos. Ciudadanos, como su visión ideológica, se mantiene más o menos estancado. Confieso que me resultan sorprendentes los resultados negativos de Compromís, aunque los llego a entender. No obstante, para ser justos, es muy difícil superar sus históricos resultados de las últimas elecciones. Debo admitir que en los años duros del Partido Popular en el Consell una de los pocas que me reconciliaba con la clase política era Mónica Oltra y su arrojo casi en solitario con las poco frecuentes armas políticas del razonamiento lógico y la argumentación intelectual. Hecho que me llevó incluso a votarles como única alternativa sólida de izquierdas en su momento. Sin duda, el efecto Oltra animó a muchos a votar Compromís en Elche esperando algo parecido. Algo parecido que nunca ha llegado y que podría explicar el retroceso de Compromís en términos generales.

Será interesante ver en las próximas elecciones la comparación de los resultados de Compromís entre las municipales y las autonómicas. Por ahora, echo de menos una Oltra, un Ribó o un Baldoví ilicitanos.

Por cierto, no es necesario esperar a que pidamos la independencia para ver que existimos. Cuando eres transparente, sólo quieres llamar la atención.