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Camilo José Cela Conde

Genes y lengua

Luigi Cavalli-Sforza propuso, a lo largo de las dos últimas décadas del siglo pasado, el estudio de la evolución conjunta de los genes y de las lenguas, dando paso a una nueva perspectiva para entender la trayectoria de las migraciones e interrelaciones de los distintos pueblos de la humanidad. La idea era espléndida y, para entonces, revolucionaria porque aunaba las perspectivas de ciencias y humanidades que algunos ?entre los que se cuentan muchos de los ministros de Educación que hemos tenido en España? insisten en separar. Estaba a punto de comenzar ya el nuevo siglo cuando salió su libro Genes, pueblos y lenguas, poniendo de manifiesto cuál es la relación genética ?y lingüística? que existe en el mundo de hoy. Los resultados que ofrece Cavalli-Sforza son asombrosos aunque quizá menos que el método de estudio que le permitió comparar datos tan enormes acerca de nuestras muchas formas de ser.

Desde entonces son bastantes los que han utilizado el modelo de Cavalli-Sforza para entender la manera como se han ido moviendo las poblaciones. El último ejemplo por ahora puede que sea el del trabajo de Anders Bergström, investigador del Wellcome Trust Sanger Institute de Cambridge (Reino Unido) que, al frente de un equipo de especialistas en antropología, medicina, biología y arqueología, ha publicado un artículo en la revista Science sobre la estructura genética de los aborígenes neozelandeses.

Nueva Guinea fue ocupada por nuestra especie hace cerca de 50.000 años. Los descendientes directos de los primeros pobladores se concentran hoy en el Estado de Papúa Nueva Guinea, que ocupa la parte oriental de la isla. Pues bien, en un territorio tan pequeño (en términos relativos) se hablan nada menos que cerca de 850 lenguas diferentes. De acuerdo con las hipótesis de Cavalli-Sforza, eso significaría que la diversidad genética de Papúa Nueva Guinea habría de ser también muy grande. Y la investigación de Bergström y sus colaboradores, realizada a partir de una muestra de 381 indígenas pertenecientes a 85 grupos lingüísticos distintos, lo confirma.

Entre las tierras bajas y las tierras altas que forman el levante de Nueva Guinea Bergström y colaboradores han encontrado profundas diferencias genéticas. Los montañeses cuentan con ancestros comunes que se remontan a diez mil años atrás, cuando se produjo la transición a la cultura neolítica. Los autores sostienen que fue entonces cuando se produjeron los mayores movimientos de población, dando lugar a diferencias genéticas entre los distintos grupos papúes que superan en mucho las que se encuentran en Eurasia. ¿Sería esa la principal razón para explicar la diversidad lingüística actual en la isla? En cualquier caso nos falta por explicar un enigma: por qué se produjeron aquellas migraciones neolíticas, teniendo en cuenta además que en Nueva Guinea no hubo ni Edad del Bronce ni Edad del Hierro.

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