En la España desvertebrada en la que nos encontramos, dividida en diecisiete reinos de taifas insolidarios entre sí, donde parece que reina el «sálvese el que pueda», y alguno que otro con ganas de echarse al monte, amenazándonos un día sí y otro también con un separatismo egoísta, cansino y trasnochado, que finalmente solo va a generar frustraciones, rencores y odios entre unos y otros, resulta difícil de saber cuál es el mejor camino a seguir cuando se forma parte de este dislate de contubernio tan costoso que, lamentablemente, nos ha tocado en suerte.

Elegir un camino justo y apropiado, en este contexto, aunque solo sea por un mero y simple afán de supervivencia resulta obligado, especialmente cuando observas que tu reino particular se ve maltratado sistemáticamente por el que dirige el gobierno de nuestra nación, con la ayuda del Montoro de turno, sea este del signo político que sea; y a su vez, se nos sigue maltratando incomprensiblemente de idéntica forma, en nuestro propio reino de taifa, por el molt honorable particular que nos toque, sea este igualmente de cualquier signo político que tenga a bien alcanzar la corona autonómica.

El maltrato inmerecido a la provincia de Alicante es un hecho demostrable sin dudas de tipo alguno, porque así lo pone de manifiesto cualquiera de los parámetros económicos y sociológicos que se utilizan en los análisis comparativos autonómicos y provinciales.

La consecuencia de dicho maltrato es la decadencia imparable en la que se encuentra inmersa la provincia y sus habitantes con relación al resto de España, pese a su nada despreciable aportación al PIB nacional, la mayor parte del mismo mérito exclusivo del trabajo y de la iniciativa empresarial de los alicantinos, dado el olvido institucional en el que se encuentran, a tenor de los presupuestos estatales y autonómicos que se les viene aplicando desde que se creó la Autonomía Valenciana, en beneficio del resto de España y de Valencia.

Y si quedara alguna duda de lo dicho, solo tenemos que ver a quién y para qué, ha prometido la última dádiva en inversiones públicas, unos 2.000 millones, el gran presidente al molt honorable, y dónde van a ir a parar los 800 millones prometidos por el ministro de Fomento para los trenes de cercanía (¿Nos resolverán el acceso al aeropuerto?)

Ante esta situación, tímidamente, pero con ilusión, comienzan a levantarse voces, asociaciones y foros, como el que se ha puesto en marcha aquí recientemente, liderado por la asociación de colegios profesionales y presidido por don Fernando Candela y que hemos decidido llamar PROA, buscando frenar nuestra decadencia y poner en valor nuestra provincia, cuyos resultados tendrán que verse con el tiempo, si todos arrimamos el hombro sin desánimos.

Personalmente, me uno con esperanzas a PROA y animo a todos los alicantinos que quieran a su provincia, que lo hagan también, luchen y se movilicen para invertir y cambiar el futuro de sus hijos, haciéndolo más prometedor y justo.

No obstante, nos preguntamos con cierto realismo, al igual que lo hizo su presidente en la brillante presentación oficial que hizo de PROA en IFA, delante de una importante representación de la sociedad civil alicantina ante los reiterados antecedentes fracasados, si estas nuevas voces, si este nuevo foro provincial alicantino, tendrá la capacidad y las fuerzas necesarias para torcer el rumbo decadente de la provincia en beneficio de otro rumbo mejor y más justo, que nos lleve por la senda del crecimiento y la prosperidad, al que tenemos el mismo derecho que otros que se están llevando las mieles del pastel impúdicamente y, encima, protestando.

En nuestras manos queda el intentarlo y conseguirlo, con el camino elegido por PROA: un camino ilusionante, serio y con ganas de colaborar con todos; y en principio, apoyado por una base social cívica muy importante, tal y como hemos podido ver en su presentación en IFA.

Sin embargo, cuando se ha visto que el valor de un solo voto canario en el Congreso ha sido comprado, dicen que por doscientos cincuenta millones, y otros seis votos vascos, vete tú a saber por cuánto, uno no se resiste a preguntarse:

¿Si Alicante tuviera un partido puramente alicantino y obtuviera seis diputados de los doce a los que tiene derecho, no podría cambiarse su rumbo vendiendo los votos en Madrid y en Valencia, en vez de ir solicitando respetuosa y humildemente que nos traten un poco mejor, teniendo como tenemos todo el derecho del mundo de ser tratados como el resto de los españoles, aportando además para ello nuestra solidaridad contributiva?

Asumiendo que el camino de echar andar un nuevo partido político no es el camino mejor (bastante tenemos ya desgraciadamente con los que estamos sufriendo), y por eso se ha creado PROA, no por ello deja de ser otra alternativa posible, aunque nos guste menos, que ponerla también sobre el tapete, puesto que por lo que parece, este es el único lenguaje rentable, practico y eficaz que reina en esta desvertebrada España nuestra.

Si PROA fracasa por culpa de la sociedad civil más elitista y privilegiada que tenemos, y no somos capaces de invertir la trayectoria de la provincia, habida cuentas de la situación en la que nos encontramos, no quedará más remedio que fundar un partido político puramente alicantino, cuyo único ideario sea tan simple y sencillo, como el de resolver técnica y socialmente los problemas de la provincia y sus ciudadanos, sin las zarandajas, chorradas camperas, despilfarros, ocurrencias y las genuflexiones ante Valencia y Madrid en la que se mueven los partidos tradicionales y sus políticos locales, olvidándose de los ciudadanos que dicen representar.