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Joaquín Rábago

¡Bravo por California!

Sí, bravo por ese Estado de la costa Oeste de Estados Unidos que, desoyendo al presidente Donald Trump, ha prohibido a su policía colaborar en la deportación de inmigrantes.

Bravo por el presidente de su Senado, de hispano apellido (Kevin de León), y por su gobernador, el veterano demócrata Jerry Brown, y también sobre todo por quienes los eligieron.

Según la nueva ley, ningún policía de ese Estado podrá preguntar a un ciudadano, aunque esté detenido, cuál es su situación migratoria ni detenerle por la existencia de una petición civil contra él por inmigración irregular.

Siempre me gustó ese Estado, al que yo solía volar en mi época de corresponsal en aquel país cada vez que la atmósfera del Washington oficial, con sus políticos, abogados y diplomáticos, se me volvía irresponsable.

Allí hice algunas de las entrevistas que más satisfacción me han dado (1): allí, en la famosa librería City Lights, de San Francisco, fundada por Felinghetti, me topé con el gran poeta de la beat Generation Allen Ginsberg, con quien hablaría más tarde en Nueva York.

"Los norteamericanos han sufrido el mayor lavado de cerebro de la historia de las comunicaciones de masas", me dijo entonces el autor de "Aullido", quien lanzó este pesimista pronóstico: "Pasarán tal vez cien años antes de que se produzca el colapso definitivo del planeta, que ha empezado ya a ocurrir".

Allí, en una casita de ese espectacular Big Sur, cantado en su día por Henry Miller, escuché las sabias palabras del doble premio Nobel (química y paz) Linus Pauling, hablando de las virtudes de la vitamina C y denunciando a las poderosas industria farmacéutica y del armamento.

Allí hablé con Riane Eisler, autora de "El cáliz y la vida", en la que esa feminista de origen austriaco, huida a Cuba antes de establecerse en EEUU, trata de demostrar que durante milenios de nuestra prehistoria hubo sociedades no jerarquizadas en las que ninguno de los sexos dominaba al otro.

En Santa Cruz escuché al sociólogo Philip Slater denunciar la consolidación del poder ejecutivo en EEUU y el hecho de que una serie de agencias gubernamentales que no son responsables ante el electorado desarrollasen buena parte de la política de aquel país.

Pero al margen de su imaginativa y abierta clase intelectual, de sus excelentes universidades, de su condición de laboratorio de toda clase de experimentos sociales, California, sobre todo el Sur, me fascinó también siempre por su luz y sus paisajes, tan similares a los de nuestra Andalucía.

Y por supuesto también por la continuada presencia hispana en los nombres y la tipología de muchas de sus ciudades, por las misiones que allí abrieron nuestros franciscanos, por esa tumba en la de San Carlos Borromeo, de Carmel, donde descansa fray Junípero Serra.

Por todas esas huellas hispanas que hoy, siguiendo el ejemplo intolerante y xenófobo del actual presidente de aquel país, algunos hoy tanto minusvaloran; por todo eso y mucho más, de Estados Unidos siempre me quedaré con California.

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