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Opinión

Pitos, pasión y razón

Acostumbrado al deprimente erial de la Segunda B, el Rico Pérez se quedó pequeño el viernes para festejar el brillante pase de la selección de Lopetegui al Mundial del próximo año

Convertida de lleno en el epicentro informativo del eje Cataluña-España por el traslado del Sabadell y el «huracán Piqué», Alicante y el resto de la provincia han demostrado con creces que tienen hambre de fútbol y de deporte de élite. Acostumbrado al deprimente erial de la Segunda B, el Rico Pérez se quedó pequeño el viernes para festejar el brillante pase de la selección de Lopetegui al Mundial del próximo año. Color y calor en las gradas, un estadio de Primera y un espectáculo de altísimo nivel para evidenciar que esta provincia quiere fútbol con mayúsculas, pese a los despropósitos deportivos e institucionales de sus dos clubes más representativos: Hércules y Elche, que hoy vuelven a su cruda realidad de la tercera división nacional (es decir, la Segunda B) con el único objetivo de escapar cuanto antes del agujero. Además de un pellizco económico interesante para las arcas blanquiazules y de la renovación del césped y otros elementos del estadio, el España-Albania deja también para el recuerdo una nueva entrega del «culebrón» de los pitos a Piqué, un enredo que ya causa más fatiga y hartazgo que interés. Es inconcebible que una afición entregada con su equipo truene en pitos y abucheos contra uno de sus jugadores. Tan incomprensible como que Piqué participe en actos ilegales contra el marco normativo de convivencia en el país como el referéndum ilegal o como la epidemia de «buenismo» extendida entre los medios nacionales para suavizar o minimizar la atronadora bronca de la grada cada vez que el central tocaba el balón. Muchos de los que se indignan por los pitos al central son los que jalean y celebran los abucheos al himno de España durante las últimas finales de Copa en nombre de la libertad de expresión. Pero este derecho ampara a todos por igual; incluido el público que silba. Cuando los sentimientos entran por la puerta, la razón salta por la ventana. En eso, en lo emocional y lo irracional, se parecen mucho el fútbol y la política. De ahí que nos gusten tanto. En la atracción está el peligro, pero mezclar sentimientos, convicciones e ideas con el balón es doblemente peligroso. Y Piqué lo sabe.

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