Si este viernes España ganó por 3-0 en el Rico Pérez con un espectacular juego frente a Albania, con las gradas llenas y el corazón contento, no podemos decir que los albaneses abandonaran el estadio demasiado entusiasmados con su hacer en el campo. Sus caras lo decían todo. Quizá fue un augurio, pero horas antes el alcalde Gabriel Echávarri salía de los juzgados de Benalúa con idéntica cara de futbolista albanés tras la derrota. No era para menos. El alcalde tuvo que declarar como investigado por la Justicia (antes llamado imputado) por trocear contratos, siempre presuntamente. La prevaricación por fraccionamiento de contratos por cerca de 190.000 euros, de lo que está acusado, no es ninguna tontería como quiere dar a entender. La prevaricación precisa de una intencionalidad para llevar a cabo una acción injusta a sabiendas y, ante eso, Echávarri no puede ni debe mirar a otro lado. No hay nada que lo justifique. Igual que tampoco lo hay para la venganza que consumó, a consecuencia de una disputa política, con el despido de una persona inocente. No hay justificación para la indecencia, el abuso de poder y el ensañamiento.

Los alicantinos se preguntan qué va a pasar con nuestra ciudad, ahora sin rumbo. Rotas las relaciones entre PSOE y Guanyar, el alcalde Gabriel Echávarri busca en Compromís el oxígeno suficiente para continuar arrastrando la ruina de su desgobierno. ¿Qué ocurrirá? El primer edil ya ha avisado de que su consigna es atrincherarse hasta el final. Resistir con sólo seis concejales, como si esto fuera la batalla de El Álamo pero sin tejanos ni mexicanos. Si ya se habían rebasado todos los récords de incompetencia con este gobierno del tripartito, no queremos ni pensar lo que ocurriría con Echávarri a los mandos con sus cinco concejales e instalado en su realidad inventada. El mismo que decía que «una ciudad como Alicante no la pueden llevar seis concejales», ahora dice que «si el PSOE tiene que gobernar con seis, lo hará». Es todo coherencia.

No voy a discutir ahora si el mandato de los alicantinos en 2015 fue que gobernase este tripartito, pero lo que sí tengo claro es que las urnas no dijeron nada de que dirigiesen la ciudad los seis ediles socialistas en solitario. A estas alturas es necesario recordar que la opción socialista no sólo no fue la más votada, sino que obtuvo el peor resultado de su historia. El alcalde olvida interesadamente con frecuencia ese detalle, al igual que el hecho de que el Partido Popular fue el más votado en las pasadas elecciones municipales.

Ahora, el investigado Echávarri suplica que los responsables políticos de Valencia le arreglen las cosas que ha roto en Alicante. Ironías del destino que quien tantas veces dijo que no permitiría que nuestra ciudad fuera dirigida desde la capital de la Comunitat, ahora pida una mediación. Un clavo ardiendo. No nos engañemos, porque lo que pretende no es ningún acuerdo con otras fuerzas políticas para que le sostengan, sino un apaño. Un acuerdo es algo más serio, palabras mayores. A estas alturas, pendiente de varias decisiones judiciales, lo que ansía es un remiendo. Una compostura. A veinte meses de las próximas elecciones municipales, en las que confío en que mi partido consiga una amplia mayoría, lo único que puede alcanzar el actual alcalde es un apaño con fecha de caducidad hasta meses antes de las elecciones. Algo nada serio, sólo remiendos que a buen seguro volverán a descoserse. El problema es que su credibilidad está bajo cero y la marca de los gobiernos de izquierdas está completamente degradada en Alicante por su horrible gestión. Aquí no estamos para eso. La broma de tener este alcalde debe acabar cuanto antes.

Las incoherencias de Echávarri han sido norma de la casa y ha arrastrado a todo su gobierno. Cuando Guanyar expulsó del tripartito a su concejal Nerea Belmonte por presuntas irregularidades menos graves que las que se vinculan a Echávarri, el alcalde dijo que «los errores se pagan con dimisiones», e incluso adujo que «más allá de que sea legal está la ética y la decencia». Entonces, ¿cómo pueden justificar ahora Guanyar y Compromís estar impasibles ante la imputación del alcalde? Muchas reuniones, pero pocas decisiones. De Belmonte llegó a decir que no era consciente «del nivel de exigencia que hay en la vida pública». Eran los tiempos en los que acusaba a la ex de Guanyar de estar «agarrada con las uñas garrapateando en su silla como concejala del Ayuntamiento de Alicante». ¿Les suena esa situación con la que estamos viendo estos días en nuestra ciudad con el alcalde? ¿Quién garrapatea hoy? Exigir a los demás lo que no se aplica a uno mismo requiere de grandes dosis de incoherencia, pero también de cinismo e hipocresía. Antes de que la edil Marisol Moreno fuera condenada por injurias por la Audiencia Nacional ya dijo que «si fuese socialista ya estaría fuera y no hubiese llegado a juicio como concejal». Como antes del PSOE estuvo en Unión Valenciana, dos ideologías que se parecen como un huevo a una castaña, debe ser que las reglas que aplica para unos no sirven para a sí mismo.

Señores del tripartito, todo el mundo sabe que la ciudad está totalmente paralizada y es imposible gestionar porque las relaciones con el socio principal, Guanyar Alacant, están completamente rotas y los nacionalistas de Compromís han dado plazo para la salida del alcalde investigado por la Justicia. Por tanto, ahora lo que urge son soluciones que permitan a Alicante salir de su actual bloqueo, porque cada día que pasa se pierden oportunidades de empleo e inversiones. Ante la gravedad del problema, el Partido Popular siempre estará en la búsqueda de soluciones y en el desarrollo de políticas que ayuden a los alicantinos. La frase de que «hay más ruido que desunión» con la que acostumbran a excusarse en el tripartito ya no les sirve, porque ya es constatable de que hay mucho más ruido y desunión que gestión. Así que dialoguemos todos. Hablemos por Alicante.