El referéndum no sirve para resolver conflictos que dividen. No sólo en Cataluña. En el 2005 Chirac convocó uno en Francia sobre la Constitución europea, esperando ganar. Los franceses dijeron no, en parte porque creyeron que con el sí Chirac sería candidato por tercera vez. El de Escocia del 2014 sobre la salida de Gran Bretaña no ha resuelto un problema que ya ha estado a punto de rebrotar. Ahora los vemos con el del Brexit.

En el 2016 un David Cameron que había ganado bien las elecciones -no dependía ya de los liberales- tuvo que convocar, forzado por los euroescépticos de su partido, el referéndum sobre el Brexit. Esperaba ganarlo, pero lo perdió, tuvo que dimitir y, como ahora vemos, sumergió a Gran Bretaña en una grave crisis política. Fue la primera víctima del «Brexit».

Le sucedió Therese May, ministra del Interior, sin mucha personalidad y que había hecho campaña por el sí pero más por disciplina (con Cameron) que convicción.

May dijo «Brexit is Brexit». No es cierto. ¿Qué implica? Salir de la UE, vale. ¿Pero con Brexit duro o blando, manteniéndose dentro de la unión económica, como Suiza y Noruega que pagan cuota y aceptan emigrantes europeos? Para poder mandar en su gobierno, y hacer frente a los sectarios del «Brexit» duro, encabezados por el nacional-populista Boris Johnson, May convocó elecciones generales en junio del 2017. Las ganó, pero perdió su mayoría absoluta y -contra pronóstico- emergió la figura del laborista Jeremy Corbyn. May perdió mucha autoridad. Y tampoco le sobraba.

Esta semana se ha celebrado el congreso anual del partido conservador. May quería recuperar prestigio. Hablar poco del Brexit -esa embarazosa asignatura- y más de temas sociales. Pero todo salió mal. Un cómico llegó hasta ella mientras hablaba y le entrego una carta de despido. «De parte de Boris (Johnson)» le espetó. Luego tuvo repetidos ataques de tos y se cayeron varias letras del cartel con el slogan del congreso que tenía a sus espaldas. Y el discurso no convenció.

Los conservadores han perdido la confianza en May. Sólo se mantiene porque temen un combate suicida entre los aspirantes a la sucesión, uno seguro Boris (que fue alcalde de Londres y es tan brillante como camorrista). El coste del despido podría ser más alto que mantenerla.

Conclusiones. Una, la crisis británica va para largo. Dos, los referéndum que dividen se deben evitar. Los carga el diablo.