«La tradición es una mentira compartida como si fuera verdad», La España vacía (Sergio del Molino).

No recuerdo a partir de qué momento en España se puso de moda el argumento de que cuando una persona realiza algo con pasión se justifica cualquier cosa que haga o diga, es decir, que tiene patente de corso para hacer lo que le venga en gana. Hoy en día es una idea que se ha extendido a tantos ámbitos de la vida social y económica y se aplica en actividades tan diversas que cuando se escucha a alguien decir que hace esto o aquello con pasión en vez de con profesionalidad o con respeto hacia el prójimo, probablemente estemos ante alguna actividad vacía de contenido o de escasa intervención intelectual.

Se repite sin descanso que todo queda supeditado al ejercicio de la pasión y, por tanto, cualquier acción queda justificada sin importar si se ajusta a las leyes de la lógica, la educación o el saber estar. En el ámbito de la restauración hemos visto que en los últimos años se ha dado una importancia trascendental a todo lo que tenga que ver con lo que en teoría siempre ha sido servir simplemente comidas en un restaurante. De repente, cocinar requiere mucha pasión y con la disculpa de esta pasión que tiene que tener el que trabaja en un establecimiento hostelero los trabajadores tienen que estar dispuestos a hacer largas jornadas de trabajo sin rechistar. Para muchas empresas su producto es el mejor porque está hecho con mucha pasión. Da igual lo que sea; chocolate, motocicletas o muebles. Si está hecho con pasión es sinónimo de que hay que comprar ese producto sin que el consumidor deba reflexionar si es la mejor opción ya que interesa que se deje llevar por sus impulsos.

Esta continua llamada a los instintos menos reflexivos se ha extendido a otros ámbitos como el deporte o las relaciones personales en las empresas. Así, en todo lo relacionado con el fútbol está admitido gritar e insultar a los jugadores y al árbitro en los estadios así como alzar la voz en cualquier reunión donde se hable de este deporte. Esto es algo que se ha hecho siempre pero si antes se acudía a los estadios de fútbol para desahogarse, ahora se hace lo mismo pero porque la pasión lo pide. En las empresas hace tiempo que se confundió tener principios y personalidad con ser un grosero; se dice que un trabajador tiene mucho genio cuando discute o grita a sus subordinados como si fuera una cualidad buena para la empresa cuando en realidad se trata de un problema de educación. También, al parecer, gritar en el trabajo es producto de la pasión.

El independentismo catalán que durante años fue una opción minoritaria en Cataluña, distinta, por tanto, de un nacionalismo moderado que orgulloso de su pasado y de sus raíces entendía la necesidad de vivir en armonía con el resto de comunidades autónomas, comenzó a crecer -ese independentismo- cuando dejó a un lado cualquier referencia a la legalidad y a la generosidad entre territorios pasando a tener como base los sentimientos y la pasión, términos que admiten dada su falta de concreción cualquier contenido y uso que se le quiera dar. Desde que surgió el romanticismo en el siglo XIX se extendió por Europa la idea de que cualquier argumento que no pudiera explicarse con un razonamiento lógico podía sustentarse en la pasión de los sentimientos. Este concepto supuso para Europa las mayores matanzas conocidas en forma de dos guerras mundiales.

Como no hay una explicación objetiva que justifique la necesidad de una secesión de Cataluña de España los partidos catalanes integrantes del movimiento independentista pretenden llevar a cabo lo que ya puede denominase un proceso revolucionario de arriba a abajo -es decir, de las élites catalanas bien alimentadas gracias a las subvenciones que durante años han mantenido periódicos e instituciones de corte pro nacionalista-, recurriendo a los sentimientos y a las pasiones más bajas. Las imágenes que hemos visto de muchedumbres rodeando los hoteles y casas cuarteles de policías y guardias civiles nos recuerdan a la búsqueda de mujeres señaladas como brujas que hacían en la Edad Media grupos violentos con antorchas.

Pretender que Cataluña sea independiente después de la charlotada en que consistió el referéndum del pasado domingo sin ninguna garantía para evitar el voto doble, sin que los medios de comunicación pudieran estar presentes en el recuento de votos y cambiándose las reglas una hora antes de comenzar la votación, dice mucho de qué clase de personas están dirigiendo la Generalitat y tienen la mayoría en el Parlamento catalán.

Antes o después los partidos constitucionalistas van a tener que asumir que no se puede hablar ni dialogar con quien no quiere. El rencor que buena parte del nacionalismo siente por lo que ellos consideran que es España -también en la Comunidad Valenciana- terminará por provocar que el Estado de Derecho, las libertades y la democracia se impongan por la fuerza si es necesario.